The journey to Ithaca is a numinous one toward our dreams of glass into the desired heaven for all humanity hungry of transcendent experiences. Dreams take us a little more for the mysterious journey we call life. "Further, we must go further", says the immortal verses of the Greek Cavafis. And the poet adds: "And if you find a poor Ithaca, Ithaca is not that you have cheated. Full of wisdom, you will learn the meaning of Ithaca".
Return to the genesis of ancient memories and everything will be seen again with the innocence of the first time. Quantum chemistry and desires of wisdom, will meet again with the archetypal symbols of the links in our freedom.
Let us never forget the amazing Joyce's Ulysses, and to all who bear that legendary name. Do not ignore the mystique of the prophets, nor to Ithaca will never see, or the splendid literature, nor the black nights of suffering, or the hopeful dawn announcing blinding light periods. All these events are part of life and are also part of our history.
The clever parables of humanity that we heard the wise and enlightened help us in this long endless road, full of symbolic and semiotic codes of unfinished monologos of loneliness that we do not fully understand. And together we will move towards the Ithaca of our dreams, where ideas are born and die loftiest lost hopes.
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El viaje a Ítaca es un trayecto numinoso hacia nuestros sueños de cristal, hacia el paraíso anhelado por toda una humanidad ávida de esperiencias trascendentes. Los sueños nos permiten avanzar un poco más por el misterioso trayecto que llamamos vida. “Más lejos, hemos de ir más lejos”, rezan los versos inmortales del griego Kavafis. Y añade el poeta: “Y si encuentras una Ítaca pobre, no es que Ítaca te haya engañado. Colmado de sabiduría, aprenderás el significado de las Ítacas”.
Volveremos a la génesis de los recuerdos ancestrales y todo será visto de nuevo con la inocencia de la primera vez. La química cuántica y los deseos de sabiduría, volverán a encontrarse con los símbolos arquetípicos de los eslabones de nuestra libertad.
No olvidemos jamás al sorprendente Ulises de Joyce, ni a todos los que llevan ese nombre mítico. No ignoremos la mística de los profetas, ni a las Ítacas que nunca veremos, ni a la literatura esplendorosa, ni a las negras noches de sufrimiento, ni a los amaneceres esperanzados que anuncian periodos de luz cegadora. Todos estos acontecimientos forman parte de la vida y son parte también de nuestra historia.
Las inteligentes parábolas de la humanidad que nos contaron los sabios y los iluminados nos ayudarán en este largo camino sin fin, lleno de claves de semiótica simbólica y de inconclusos monologos de soledad que no llegamos a comprender del todo. Y juntos avanzaremos hacia la Ítaca de nuestros sueños, donde nacen las ideas más sublimes y mueren las esperanzas perdidas.
Beyond the every day view of reality, there is another reality, sometimes unexpected, hiding clues to help us better understand certain mysteries of the cosmos / Más allá de la visión cotidiana de la realidad, hay otra realidad, a veces insospechada, que esconde claves que nos permiten comprender mejor ciertos misterios del cosmos
Friday, 29 January 2010
Tuesday, 26 January 2010
Lights at night / Luces en la noche (Lena V.Verona)
Myths, white terns, apologies of unreason, lights, songs of old prophets, romantic love of lovers separated by fate, loneliness, dogmas do not understand, never-ending wars, messiah of the good news, religion wise, vantage of life, parables, sacred, sea, night lost in uncertain chronologies, death, resurrection, theology nonsense lodges tight, night, holy books, holy blood, faith in the unseen, deities random sciences , Science dark endless litanies, links of eternal life, golden atmosphere, clouds of gold, tragic innocence, autumn rain, dew of May, red on white, blue black, vile texts, books ignored, useless art, salt , comforting art, the salt of the earth, white sky, the green of chlorophyll, the blood of a poet, a dreamer another bloody red, the bird of solitude, uncertain tiger stripes, the constellation that brightest, the star will never see, wind, poetry will never know, people who will never exist, the dead who will never know, nostalgia for others, my nostalgia, my favorite authors, shadows , the myths that born and die, the fleeting moment, the full moon on my soul, my desperate song, my sad thoughts, sublime moments, the happiness does not come, the happiness that is gone, my destiny, lights at night, my doubts, my hopes, the life that takes hold, the life lost, unfathomable mysteries, injustice, skylight days, nights of wine and roses, dreams, fantasies, imaginary paradises, apocalyptic gods, naive realities, perception reaped, nectar in a silver chalice, unexpected sounds, scents never smelled, tasted ever tested, spices from distant lands, sandy desert, oasis in the dark waters, imagined city, the lighthouse, the beach of the wonders, mysteries, thousands of lighthouses, the Lighthouse of Alexandria, utopias, the lighthouse of reality ....
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Mitos, golondrinas blancas, apologías de la sinrazón, faros, cánticos de viejos profetas, amores románticos de amantes separados por el destino, soledad, dogmas que no comprendemos, guerras que no tienen fin, mesías de las buenas noticias, religiones sabias, atalayas de la vida, parábolas sagradas, mar, noches que se pierden en cronologías inciertas, muerte, resurrección, teologías sin sentido, logias herméticas, noche, escrituras sagradas, sangre bendita, fe en lo que no se ve, deidades aleatorias, ciencias exactas, ciencias oscuras, letanías inacabables, eslabones de vida eterna, atmósfera dorada, nubes de oro, inocencia trágica, lluvia de otoño, rocío de Mayo, rojo en lo blanco, azul en lo negro, textos abominables, libros ignorados, arte inútil, sal, arte reconfortante, la sal de la tierra, el blanco del cielo, el verde de la clorofila, el rojo de la sangre de un poeta, otro rojo de un soñador maldito, el pájaro de la soledad, el tigre de rayas inciertas, la constelación que más brilla, la estrella que nunca veremos, viento, la poesía que jamás conoceremos, las personas que nunca existirán, los muertos que ya nunca conoceremos, la nostalgia de otros, mi nostalgia, mis autores favoritos, las sombras de lo que amo, los mitos que nacen y mueren, la fugacidad del momento, la luna llena sobre mi alma, mi canto desesperado, mis pensamientos tristes, los instantes sublimes, la felicidad que no llega, la dicha que se va, mi destino, luces en la noche, mis dudas, mis anhelos, la vida que brota, la vida segada, misterios insondables, injusticias, días de luz cenital, noches de vino y rosas, sueños, ensoñaciones, paraísos imaginarios, dioses apocalípticos, realidades ingenuas, percepción segada, néctar en un cáliz de plata, sonoridades inesperadas, perfumes jamás olidos, sabores jamás probados, especias de países lejanos, desierto de arena, oasis en la oscuridad, aguas cristalinas, ciudades imaginadas, el faro, la playa de las maravillas, misterios, miles de faros, el faro de Alejandría, utopías, el faro de la realidad….
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Mitos, golondrinas blancas, apologías de la sinrazón, faros, cánticos de viejos profetas, amores románticos de amantes separados por el destino, soledad, dogmas que no comprendemos, guerras que no tienen fin, mesías de las buenas noticias, religiones sabias, atalayas de la vida, parábolas sagradas, mar, noches que se pierden en cronologías inciertas, muerte, resurrección, teologías sin sentido, logias herméticas, noche, escrituras sagradas, sangre bendita, fe en lo que no se ve, deidades aleatorias, ciencias exactas, ciencias oscuras, letanías inacabables, eslabones de vida eterna, atmósfera dorada, nubes de oro, inocencia trágica, lluvia de otoño, rocío de Mayo, rojo en lo blanco, azul en lo negro, textos abominables, libros ignorados, arte inútil, sal, arte reconfortante, la sal de la tierra, el blanco del cielo, el verde de la clorofila, el rojo de la sangre de un poeta, otro rojo de un soñador maldito, el pájaro de la soledad, el tigre de rayas inciertas, la constelación que más brilla, la estrella que nunca veremos, viento, la poesía que jamás conoceremos, las personas que nunca existirán, los muertos que ya nunca conoceremos, la nostalgia de otros, mi nostalgia, mis autores favoritos, las sombras de lo que amo, los mitos que nacen y mueren, la fugacidad del momento, la luna llena sobre mi alma, mi canto desesperado, mis pensamientos tristes, los instantes sublimes, la felicidad que no llega, la dicha que se va, mi destino, luces en la noche, mis dudas, mis anhelos, la vida que brota, la vida segada, misterios insondables, injusticias, días de luz cenital, noches de vino y rosas, sueños, ensoñaciones, paraísos imaginarios, dioses apocalípticos, realidades ingenuas, percepción segada, néctar en un cáliz de plata, sonoridades inesperadas, perfumes jamás olidos, sabores jamás probados, especias de países lejanos, desierto de arena, oasis en la oscuridad, aguas cristalinas, ciudades imaginadas, el faro, la playa de las maravillas, misterios, miles de faros, el faro de Alejandría, utopías, el faro de la realidad….
Monday, 18 January 2010
Smelling reality (V): Other realities / Las otras realidades
The reality also has dark facets that are imperceptible to our senses, such as ultrasound, color frequencies beyond the ultraviolet or odors are not detectable by our olfactory neurons. This dark side of reality is not trivial: Some religions worship intangible gods or persons allegedly descendants of the gods, and there are people who devote their whole lives to this other reality. Blind faith in religious tenets of many kinds is also part of that reality elusive.
Reality takes on surprising aspects when viewed from different reference coordinate systems. Sensory detectors are identical for all men, but not the psychological, the result of genetics and personal experience. Qualities such as emotion, sensuality, intelligence and creativity have a decisive influence in how we assimilate the reality.
Curiously, it is significantly different to contemplate the universe at the macroscopic level to descend to the realm of the Heisenberg uncertainty principle: the subatomic particles deviate only watch. When we look at an object but do not see the atoms but the ligth bouncing in their microscopic electronic shields. Sometimes things are not what they seem, especially the one farther out in the tiny world of superstrings.
It would be like Alice, the protagonist of the fantastic adventures imagined by Lewis Carroll, leave the evanescent Wonderland and entered a hidden dimensions of space within its structure. Incredibly, this underworld exists and is inhabited by superstrings. In this delusional microcosm of subatomic particles experience has strong vibrational fluctuations.
Interestingly, like living beings evolutionally changed the ranking of their perceptual parameters in order to interact effectively with the external environment. This perceptual adaptability is a cybernetic mechanism whose ultimate mission is none other than the preservation of life and indirectly provides each of us a reality that conditions our lives naive. The inherent subjectivity of this reality allows us naive enjoy certain virtual plots.
Some of these abstractions of reality form the basis of artistic inspiration and emotional burdens are implicit, conceptual and aesthetic. The aesthetic dimension is perhaps the most significant and is an expression of hedonic artwork. She is responsible for the creative results we like or not like.
The conceptual factor is associated with intellectual message that we will the author, while the emotional component is likely to trigger deep feelings within us. The force of creativity stems from these basic principles, as in the majesty of the music of Handel's Messiah, in the emotion of the chorus of slaves from Nabucco by Verdi, or the sublime mysticism of the temple of the Sagrada Familia of Gaudí. How far is it possible to absorb the message of an artwork from a different angle to the author? Where are the limits set in this subtle psychological process?
The elements from reality and imagination are as digitized photographs from reality that our brain networks capture and jealously guard. The dendritic system of our neurons is responsible for this mission. Some of these photographs are removed immediately and others after a certain time. The luckiest are fixed in our mind and form the basis of our memory and our identity as people.
Some images we can get our album whim of our memory elements, while others remain in our subconscious without our knowledge are key parts of our lives. Born elements of reality and imagination are also the food of our dreams. The dream activity is free from restrictions, weaves their stories improbable, diving into the brain cells and agglutinating sensory experiences, concepts and all kinds of conscious and unconscious emotions.
This perceptual model of reality, halfway between idealism and materialism, perhaps surprising in some respects. However, it is far more radical philosophical propositions as the Irish George Berkeley who professed an extreme empiricism. Berkeley claimed that objects exist only if they are perceived. The Anglo-Saxon in their ardent thinker speculations came to pose the following hypothesis: if a tree falls in a forest and is not seen by anyone, does it make noise?
The observation of reality leads through uncharted paths of knowledge. We are also part of that reality, a cluster of tiny elements of reality that managed the prodigious feat of self-organizing and enjoying life and conscience for themselves. An aura of mystery surrounds the primordial reality that underlies the cosmic consciousness of the mystics.
Our virtual spaces of naive realities emerge from the same cosmic mud of stars and are filled with angels and demons, dreams and fantasies. Weightless deities and seemingly inexplicable events shape their golden dome of existence. Cultural exchanges between naive realities establish networks of knowledge that promote social relations and the development of brain activity. From the magic of the occult laws of astral spaces erupt occasionally spontaneous flashes of divinity. Perhaps so incredible, the divine and the human have the same nature.
We dispute a never-ending chess match with reality, yearning elucidate its essential nature. However, we play with handicap. The reality has always checkmate up his sleeve. Metaphors about reality hide their unapproachable essence. A subtle smoke makes it almost invincible.
Thefinding of new perceptual key probably allow us to enrich the scientific and utopian fantasies. Our bishops, towers and horses should not weaken its rival King harassment. The sudden deployment of unpredictable strategy we can provide that much-desired victory. Then, perhaps, we can achieve a better understanding of the world and ourselves.
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La realidad posee también facetas oscuras que resultan imperceptibles a nuestros sentidos, como ultrasonidos, colores de frecuencias más allá del ultravioleta u olores no detectables por nuestras neuronas olfativas. Esta cara oculta de la realidad no es baladí: Algunas religiones rinden culto sagrado a dioses intangibles o a personajes presuntamente descendientes de los mismos dioses, y hay personas que consagran toda su vida a esta otra realidad. La fe ciega en dogmas religiosos de muy diversa índole es parte también de esa realidad escurridiza.
La realidad adquiere aspectos sorprendentes cuando se observa desde distintos sistemas de coordenadas referenciales. Los detectores sensoriales son idénticos para todos los hombres, pero no así los mecanismos psicológicos, fruto de la genética y de las vivencias personales. Cualidades como la emotividad, la sensualidad, la inteligencia y la creatividad influyen de forma decisiva en la manera como asimilamos la realidad.
Curiosamente, es significativamente distinto contemplar el universo a nivel macroscópico que descender a los dominios del principio de incertidumbre de Heisenberg: las partículas subatómicas se desvían sólo con observarlas. Cuando examinamos un objeto no vemos sus átomos sino la luz que rebota en sus microscópicos escudos electrónicos. A veces las cosas no son lo que parecen, especialmente si nos adentrásemos en el diminuto mundo de las supercuerdas.
Sería como si Alicia, la protagonista de las fantásticas aventuras imaginadas por Lewis Carroll, dejase el evanescente País de las Maravillas y penetrara en un espacio de dimensiones escondidas en el interior de su estructura. Aunque parezca increíble, este submundo existe y es donde habitan las supercuerdas. En este microcosmos delirante las partículas subatómicas experimentan enérgicas fluctuaciones vibracionales.
Es interesante constatar como los seres vivos modifican evolutivamente el rango de sus parámetros perceptuales para poder relacionarse eficazmente con el medio externo. Esta adaptabilidad perceptual supone un mecanismo cibernético cuya misión final no es otra que la preservación de la vida e indirectamente nos proporciona a cada uno de nosotros una realidad ingenua que condiciona nuestra vida. La inherente subjetividad de esta realidad ingenua nos permite gozar de ciertas parcelas virtuales.
Algunas de estas abstracciones de la realidad constituyen la base de la inspiración artística y llevan implícitas cargas emocionales, conceptuales y estéticas. La dimensión estética es quizás la más significativa y constituye la expresión hedónica de la obra de arte. Ella es la responsable de que el resultado creativo nos guste o no nos guste.
El factor conceptual se asocia al mensaje intelectual que nos lega el autor, mientras que la componente emocional es susceptible de desatar en nuestro interior sentimientos profundos. La fuerza de la creatividad brota de estos principios básicos, como en la majestuosidad de la música del Mesías de Händel, en la emotividad de los coros de esclavos del Nabuco de Verdi, o en el sublimado misticismo del templo de la Sagrada Familia de Gaudí. ¿Hasta dónde es posible absorber el mensaje de una obra de arte desde una óptica distinta a la del autor? ¿Dónde están fijados los límites de este sutil proceso psicológico?
Los elementos derivados de la realidad y los imaginarios son como fotografías digitalizadas de la realidad que nuestras redes cerebrales capturan y guardan celosamente. El sistema dendrítico de nuestras neuronas es el encargado de esta misión. Algunas de estas fotografías son eliminadas de inmediato y otras al cabo de un cierto tiempo. Las más afortunadas quedan fijadas en nuestra mente y constituyen la base de nuestra memoria y de nuestra identidad como personas.
Algunas imágenes las podemos recuperar a nuestro antojo del álbum de elementos de nuestra memoria, mientras que otras permanecen en nuestro subconsciente y sin que lo sepamos son piezas clave de nuestra vida. Los elementos nacidos de la realidad y los imaginarios son también el alimento de nuestros sueños. La actividad onírica, libre de ataduras, teje sus historias improbables, buceando en las neuronas cerebrales y aglutinando experiencias sensoriales, conceptos y todo tipo de emociones conscientes o inconscientes.
Este modelo perceptual de la realidad, a caballo entre el idealismo y el materialismo, quizás pueda sorprendernos en ciertos aspectos. Sin embargo, queda lejos de proposiciones filosóficas más radicales como las del irlandés George Berkeley que profesaba un empirismo extremo. Berkeley afirmaba que los objetos únicamente existen si son percibidos. El pensador anglosajón en sus ardorosas elucubraciones se llegó a plantear la siguiente hipótesis: si un árbol cae en un bosque y no es visto por nadie, ¿hace ruido?
La observación de la realidad nos lleva por sendas inexploradas del conocimiento. Nosotros somos también parte de esa realidad, de un cúmulo de minúsculos elementos de realidad que lograron la prodigiosa hazaña de auto-organizarse y gozar de vida y de conciencia por sí mismos. Un halo de misterio envuelve a la realidad primordial que sustenta la conciencia cósmica de los místicos.
Nuestros espacios virtuales de realidades ingenuas emergen del mismo lodo cósmico que las estrellas y se pueblan de ángeles y de demonios, de sueños y de quimeras. Ingrávidas deidades y sucesos aparentemente inexplicables conforman su dorada bóveda existencial. Los intercambios culturales entre realidades ingenuas establecen redes de conocimiento que favorecen las relaciones sociales y también el desarrollo de la actividad cerebral. De la magia de las leyes ocultas de los espacios astrales irrumpen, ocasionalmente, espontáneos destellos de divinidad. Acaso, de forma inverosímil, lo divino y lo humano posean la misma naturaleza.
Disputamos una interminable partida de ajedrez con la realidad, ambicionando elucidar su naturaleza íntima. Sin embargo, jugamos con desventaja. La realidad siempre dispone de un jaque mate escondido en la manga. Las metáforas sobre la propia realidad esconden su inabordable esencia. Una sutil cortina de humo la hace casi invencible.
El hallazgo de nuevas claves perceptuales probablemente nos permita enriquecer las bases científicas y las fantasías utópicas. Nuestros, alfiles, torres y caballos no deberían debilitarse en su acoso al rey rival. El despliegue repentino de una imprevisible estrategia nos puede proporcionar esa victoria tan anhelada. Entonces, quizás, podremos alcanzar una mejor comprensión del mundo y de nosotros mismos.
Reality takes on surprising aspects when viewed from different reference coordinate systems. Sensory detectors are identical for all men, but not the psychological, the result of genetics and personal experience. Qualities such as emotion, sensuality, intelligence and creativity have a decisive influence in how we assimilate the reality.
Curiously, it is significantly different to contemplate the universe at the macroscopic level to descend to the realm of the Heisenberg uncertainty principle: the subatomic particles deviate only watch. When we look at an object but do not see the atoms but the ligth bouncing in their microscopic electronic shields. Sometimes things are not what they seem, especially the one farther out in the tiny world of superstrings.
It would be like Alice, the protagonist of the fantastic adventures imagined by Lewis Carroll, leave the evanescent Wonderland and entered a hidden dimensions of space within its structure. Incredibly, this underworld exists and is inhabited by superstrings. In this delusional microcosm of subatomic particles experience has strong vibrational fluctuations.
Interestingly, like living beings evolutionally changed the ranking of their perceptual parameters in order to interact effectively with the external environment. This perceptual adaptability is a cybernetic mechanism whose ultimate mission is none other than the preservation of life and indirectly provides each of us a reality that conditions our lives naive. The inherent subjectivity of this reality allows us naive enjoy certain virtual plots.
Some of these abstractions of reality form the basis of artistic inspiration and emotional burdens are implicit, conceptual and aesthetic. The aesthetic dimension is perhaps the most significant and is an expression of hedonic artwork. She is responsible for the creative results we like or not like.
The conceptual factor is associated with intellectual message that we will the author, while the emotional component is likely to trigger deep feelings within us. The force of creativity stems from these basic principles, as in the majesty of the music of Handel's Messiah, in the emotion of the chorus of slaves from Nabucco by Verdi, or the sublime mysticism of the temple of the Sagrada Familia of Gaudí. How far is it possible to absorb the message of an artwork from a different angle to the author? Where are the limits set in this subtle psychological process?
The elements from reality and imagination are as digitized photographs from reality that our brain networks capture and jealously guard. The dendritic system of our neurons is responsible for this mission. Some of these photographs are removed immediately and others after a certain time. The luckiest are fixed in our mind and form the basis of our memory and our identity as people.
Some images we can get our album whim of our memory elements, while others remain in our subconscious without our knowledge are key parts of our lives. Born elements of reality and imagination are also the food of our dreams. The dream activity is free from restrictions, weaves their stories improbable, diving into the brain cells and agglutinating sensory experiences, concepts and all kinds of conscious and unconscious emotions.
This perceptual model of reality, halfway between idealism and materialism, perhaps surprising in some respects. However, it is far more radical philosophical propositions as the Irish George Berkeley who professed an extreme empiricism. Berkeley claimed that objects exist only if they are perceived. The Anglo-Saxon in their ardent thinker speculations came to pose the following hypothesis: if a tree falls in a forest and is not seen by anyone, does it make noise?
The observation of reality leads through uncharted paths of knowledge. We are also part of that reality, a cluster of tiny elements of reality that managed the prodigious feat of self-organizing and enjoying life and conscience for themselves. An aura of mystery surrounds the primordial reality that underlies the cosmic consciousness of the mystics.
Our virtual spaces of naive realities emerge from the same cosmic mud of stars and are filled with angels and demons, dreams and fantasies. Weightless deities and seemingly inexplicable events shape their golden dome of existence. Cultural exchanges between naive realities establish networks of knowledge that promote social relations and the development of brain activity. From the magic of the occult laws of astral spaces erupt occasionally spontaneous flashes of divinity. Perhaps so incredible, the divine and the human have the same nature.
We dispute a never-ending chess match with reality, yearning elucidate its essential nature. However, we play with handicap. The reality has always checkmate up his sleeve. Metaphors about reality hide their unapproachable essence. A subtle smoke makes it almost invincible.
Thefinding of new perceptual key probably allow us to enrich the scientific and utopian fantasies. Our bishops, towers and horses should not weaken its rival King harassment. The sudden deployment of unpredictable strategy we can provide that much-desired victory. Then, perhaps, we can achieve a better understanding of the world and ourselves.
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La realidad posee también facetas oscuras que resultan imperceptibles a nuestros sentidos, como ultrasonidos, colores de frecuencias más allá del ultravioleta u olores no detectables por nuestras neuronas olfativas. Esta cara oculta de la realidad no es baladí: Algunas religiones rinden culto sagrado a dioses intangibles o a personajes presuntamente descendientes de los mismos dioses, y hay personas que consagran toda su vida a esta otra realidad. La fe ciega en dogmas religiosos de muy diversa índole es parte también de esa realidad escurridiza.
La realidad adquiere aspectos sorprendentes cuando se observa desde distintos sistemas de coordenadas referenciales. Los detectores sensoriales son idénticos para todos los hombres, pero no así los mecanismos psicológicos, fruto de la genética y de las vivencias personales. Cualidades como la emotividad, la sensualidad, la inteligencia y la creatividad influyen de forma decisiva en la manera como asimilamos la realidad.
Curiosamente, es significativamente distinto contemplar el universo a nivel macroscópico que descender a los dominios del principio de incertidumbre de Heisenberg: las partículas subatómicas se desvían sólo con observarlas. Cuando examinamos un objeto no vemos sus átomos sino la luz que rebota en sus microscópicos escudos electrónicos. A veces las cosas no son lo que parecen, especialmente si nos adentrásemos en el diminuto mundo de las supercuerdas.
Sería como si Alicia, la protagonista de las fantásticas aventuras imaginadas por Lewis Carroll, dejase el evanescente País de las Maravillas y penetrara en un espacio de dimensiones escondidas en el interior de su estructura. Aunque parezca increíble, este submundo existe y es donde habitan las supercuerdas. En este microcosmos delirante las partículas subatómicas experimentan enérgicas fluctuaciones vibracionales.
Es interesante constatar como los seres vivos modifican evolutivamente el rango de sus parámetros perceptuales para poder relacionarse eficazmente con el medio externo. Esta adaptabilidad perceptual supone un mecanismo cibernético cuya misión final no es otra que la preservación de la vida e indirectamente nos proporciona a cada uno de nosotros una realidad ingenua que condiciona nuestra vida. La inherente subjetividad de esta realidad ingenua nos permite gozar de ciertas parcelas virtuales.
Algunas de estas abstracciones de la realidad constituyen la base de la inspiración artística y llevan implícitas cargas emocionales, conceptuales y estéticas. La dimensión estética es quizás la más significativa y constituye la expresión hedónica de la obra de arte. Ella es la responsable de que el resultado creativo nos guste o no nos guste.
El factor conceptual se asocia al mensaje intelectual que nos lega el autor, mientras que la componente emocional es susceptible de desatar en nuestro interior sentimientos profundos. La fuerza de la creatividad brota de estos principios básicos, como en la majestuosidad de la música del Mesías de Händel, en la emotividad de los coros de esclavos del Nabuco de Verdi, o en el sublimado misticismo del templo de la Sagrada Familia de Gaudí. ¿Hasta dónde es posible absorber el mensaje de una obra de arte desde una óptica distinta a la del autor? ¿Dónde están fijados los límites de este sutil proceso psicológico?
Los elementos derivados de la realidad y los imaginarios son como fotografías digitalizadas de la realidad que nuestras redes cerebrales capturan y guardan celosamente. El sistema dendrítico de nuestras neuronas es el encargado de esta misión. Algunas de estas fotografías son eliminadas de inmediato y otras al cabo de un cierto tiempo. Las más afortunadas quedan fijadas en nuestra mente y constituyen la base de nuestra memoria y de nuestra identidad como personas.
Algunas imágenes las podemos recuperar a nuestro antojo del álbum de elementos de nuestra memoria, mientras que otras permanecen en nuestro subconsciente y sin que lo sepamos son piezas clave de nuestra vida. Los elementos nacidos de la realidad y los imaginarios son también el alimento de nuestros sueños. La actividad onírica, libre de ataduras, teje sus historias improbables, buceando en las neuronas cerebrales y aglutinando experiencias sensoriales, conceptos y todo tipo de emociones conscientes o inconscientes.
Este modelo perceptual de la realidad, a caballo entre el idealismo y el materialismo, quizás pueda sorprendernos en ciertos aspectos. Sin embargo, queda lejos de proposiciones filosóficas más radicales como las del irlandés George Berkeley que profesaba un empirismo extremo. Berkeley afirmaba que los objetos únicamente existen si son percibidos. El pensador anglosajón en sus ardorosas elucubraciones se llegó a plantear la siguiente hipótesis: si un árbol cae en un bosque y no es visto por nadie, ¿hace ruido?
La observación de la realidad nos lleva por sendas inexploradas del conocimiento. Nosotros somos también parte de esa realidad, de un cúmulo de minúsculos elementos de realidad que lograron la prodigiosa hazaña de auto-organizarse y gozar de vida y de conciencia por sí mismos. Un halo de misterio envuelve a la realidad primordial que sustenta la conciencia cósmica de los místicos.
Nuestros espacios virtuales de realidades ingenuas emergen del mismo lodo cósmico que las estrellas y se pueblan de ángeles y de demonios, de sueños y de quimeras. Ingrávidas deidades y sucesos aparentemente inexplicables conforman su dorada bóveda existencial. Los intercambios culturales entre realidades ingenuas establecen redes de conocimiento que favorecen las relaciones sociales y también el desarrollo de la actividad cerebral. De la magia de las leyes ocultas de los espacios astrales irrumpen, ocasionalmente, espontáneos destellos de divinidad. Acaso, de forma inverosímil, lo divino y lo humano posean la misma naturaleza.
Disputamos una interminable partida de ajedrez con la realidad, ambicionando elucidar su naturaleza íntima. Sin embargo, jugamos con desventaja. La realidad siempre dispone de un jaque mate escondido en la manga. Las metáforas sobre la propia realidad esconden su inabordable esencia. Una sutil cortina de humo la hace casi invencible.
El hallazgo de nuevas claves perceptuales probablemente nos permita enriquecer las bases científicas y las fantasías utópicas. Nuestros, alfiles, torres y caballos no deberían debilitarse en su acoso al rey rival. El despliegue repentino de una imprevisible estrategia nos puede proporcionar esa victoria tan anhelada. Entonces, quizás, podremos alcanzar una mejor comprensión del mundo y de nosotros mismos.
Tuesday, 12 January 2010
Smelling reality (IV): The equations of reality / Las ecuaciones de la realidad
Is it possible to know the intimate nature of reality?Some wise men of antiquity were the first to guess reasoned answers to such questions. Currently we are able to contribute a little more clarity to the old debate.
Realityis uncertain as a dream and our sensoriality is the interfacie that allows us to approach the outside world. We breathe the reality seduced by a steamy perfume composed of quarks, electrons and ultramicroscopic vibrating strings.
Everything is and is not, as Buddha said. Sensory receptors transduce signals allow external perceptions. Logically, without the existence of these biological receptors would be inconceivable to talk about reality. We will live in total isolation.
We perceive reality through a set of external stimuli and internal messages. The first comes from our environment, while the latter emanates from our brain. However, these will not exist without the prior presence of sensory inputs. All the signals received build our notion of reality. But can we ensure that these perceptions are not fake ones? Do we perceive the same way everyone what we call red? Does the brain does not manipulate reality in order that life will endure forever?
The information we receive can be classified into two categories: sensory and analytical. Sensory information comes from our sensory experience and comes to us through biological detectors that capture chemical molecules and various types of waves: pressure, thermal and electromagnetic. We also know that there are a number of filters that limit our sensory perception and give us a skewed view of our surroundings.
Our brains and our sensors are responsible for this process. Certain philosophies have described this filtered reality as reality naive. Consider the reality in absolute terms would be nonsense. It is the brain that sets our universe of sensations, emotions and feelings.
The analytical information is grounded in reason and reveals, in part, how is our world. This information is based on the study of objectified properties, net of sciences such as theoretical physics, mathematics or astronomy. The results of these studies involve ensuring that we not live in a fantasy world. The theories developed by our intellects are sometimes in contradiction with common sense and are well thought necessary for scientific experiments that these assumptions can be accepted as true. Consider for example the particle-wave duality of light or the quantum theory of the atom.
Reality can be defined as everything that exists, whether or not perceptible. Sensory perceptions are essential to the knowledge of our environment. The phenomenon of perception of reality, being extremely difficult, nevertheless can be conceptualized in three primary equations that define our interaction with reality.
f (r) = s (1)
f (s) = e (2)
f (s) = c (3)
Where:
f: the function of brain activity
r: element of reality
s: sensory element
e: emotional element
c: conceptual element
These equations are called primary because they can form an almost infinite number of new elements from the three kinds of elements generated by them: feelings, concepts and emotions. The new elements are origined by repeated applications of the function of brain activity previously obtained on the elements. As a result, we can link sequences of olfactory, gustatory, visual, tactile and auditory concepts and emotions. Through such successive elaborate chains of reasoning and feelings.
The first equation indicates that the projection of reality in our mind produces sensory elements such as colors, tastes, smells, tactile sensations or sounds. This is an equation whose independent variable is made up of elements of reality. Brain activity operates with the support of different parts of the brain like the hippocampus, the limbic system or cerebral cortex, among others. The brain networks and a certain chaotic brain activity also facilitate the operation of millions of neurons working in parallel with enormous efficiency.
The second equation shows how, from sensory elements, our brain creates emotional elements. Emotions forge effective ways of acceptance with respect to certain changes in environmental demands. The emotions are always present in our lives, such as fear, surprise, disgust, anger, joy, or sadness. Emotions serve to establish our position with regard to our environment and also act as an arsenal of innate and learned influences.
The third equation shows as sensory elements generate abstract concepts. Such images are obtained by reasoning as logical deductions or the statement of the laws of physics. Our intelligence from individual cases follows universal laws, which is a powerful aid in the conceptualizing process.
The mathematical artifices as axioms and theorems are also obtained in this way. We systematize concepts through experiences that arise from the interaction with our environment. The elements born of intellectual activity are stored in memory.
The brain function continuously acts on the various elements formed in our minds, in turn creating new elements of this nature. The perception of these elements produces an effect of continuity, like the successive images of a film suggest continuous movement, and creates a sense of recognition of one's identity or consciousness. This psychological process leads us to ask questions like: Who am I? Why do I exist?
These equations show that reality is not presented as an isolated entity, unique and unchanging, but multiple and full of nuances. Reality can not be assimilated to an asymptotic limit unreachable.
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¿Es posible conocer la naturaleza íntima de la realidad? Algunos filósofos de la antigüedad fueron los primeros en conjeturar respuestas razonadas a este tipo de preguntas. Actualmente estamos en condiciones de poder aportar un poco más de claridad al viejo debate.
La realidad es incierta como un sueño y nuestra sensorialidad es la interfacie que nos permite aproximarnos al mundo exterior. Respiramos la realidad seducidos por un vaporoso perfume compuesto de quarks, electrones y cuerdas vibrantes ultramicroscópicas. Todo es y no es, como decía Buddha. Los receptores sensoriales posibilitan la transducción de señales externas en percepciones. En buena lógica, sin la existencia de estos receptores biológicos sería inconcebible hablar de realidad. Estaríamos viviendo en un aislamiento absoluto.
Percibimos la realidad mediante una serie de estímulos externos y mensajes internos. Los primeros proceden de nuestro entorno, mientras que los segundos emanan de nuestro cerebro. Sin embargo, estos últimos no existirían sin la previa presencia de inputs sensoriales. El conjunto de las señales recibidas configuran nuestra noción de la realidad. ¿Pero podemos asegurar que estas percepciones no son ficticias? ¿Percibimos de igual manera todas las personas lo que llamamos rojo? ¿Acaso el cerebro no manipula la realidad con la finalidad de que la vida perdure eternamente?
La información que recibimos se puede clasificar en dos categorías: sensorial y analítica. La información sensorial proviene de nuestras experiencias sensitivas y nos llega a través de detectores biológicos que captan moléculas químicas y diversos tipos de ondas: de presión, térmicas y electromagnéticas. Sabemos también que existen una serie de filtros sensoriales que acotan nuestra percepción y nos proporcionan una visión sesgada de nuestro medio circundante.
Nuestro cerebro y nuestros sensores son los responsables de este proceso. Ciertas filosofías han calificado esa realidad tamizada como realidad ingenua. Considerar la realidad en terminos absolutos sería un sinsentido. Es el cerebro el que establece nuestro universo de sensaciones, emociones y sentimientos.
La información analítica está asentada en la razón y revela, en parte, cómo es nuestro mundo. Este tipo de información se basa en el estudio de propiedades objetivables, deducidas de ciencias como la física teórica, las matemáticas o la astronomía. Los resultados de estos trabajos suponen la garantía de que no vivimos en un mundo ficticio. Las teorías elaboradas por nuestro intelecto a veces están en contradicción con el sentido común y son necesarios experimentos científicos bien ideados para que estas hipótesis puedan ser aceptadas como verdaderas. Pensemos por ejemplo en la dualidad corpúsculo-onda de la luz o la teoría cuántica del átomo.
La realidad se puede definir como todo lo que existe, sea o no perceptible. Las percepciones sensoriales son imprescindibles para el conocimiento del nuestro entorno. El fenómeno de la percepción de la realidad, siendo extraordinariamente complejo, sin embargo se puede conceptualizar en tres ecuaciones primarias que definen nuestra interacción con la realidad.
f (r) = s (1)
f (s) = e (2)
f (s) = c (3)
Siendo:
f: función del la actividad cerebral
r: elemento de la realidad
s: elemento sensorial
e: elemento emocional
c: elemento conceptual
A estas ecuaciones las denominamos ecuaciones primarias porque se pueden formar un número casi infinito de nuevos elementos a partir de las tres clases de elementos generados por ellas: sensaciones, conceptos y emociones. Los nuevos elementos se originan por aplicaciones reiteradas de la función de la actividad cerebral sobre los elementos previamente obtenidos. Como consecuencia de ello, podemos enlazar secuencias de sensaciones olfativas, gustativas, visuales, táctiles y auditivas con conceptos y emociones. Mediante este tipo de encadenamientos sucesivos elaboramos razonamientos y sentimientos.
La primera ecuación indica que la proyección de la realidad en nuestra mente produce elementos sensoriales como colores, sabores, olores, sensaciones táctiles o sonidos. Se trata de una ecuación cuya variable independiente está constituida por elementos de la realidad. La actividad cerebral opera con la ayuda de distintas partes del cerebro como el hipocampo, el sistema límbico, o la corteza cerebral, entre otras. Las redes cerebrales y una cierta actividad caótica cerebral facilitan asimismo el funcionamiento de millones de neuronas que trabajan en paralelo con una enorme eficiencia.
La segunda ecuación muestra como, a partir de elementos sensoriales, nuestro cerebro crea elementos emocionales. Las emociones forjan modos eficaces de aceptación frente a ciertos cambios de las demandas ambientales. Las emociones están siempre presentes en nuestras vidas, como el miedo, la sorpresa, la aversión, la ira, la alegría, o la tristeza. Las emociones sirven para establecer nuestra posición con respecto a nuestro entorno y actúan también como arsenal de influencias innatas y aprendidas.
La tercera ecuación contempla como los elementos sensoriales generan conceptos abstractos. Este tipo imágenes se obtienen por razonamiento, como las deducciones lógicas o el enunciado de las leyes de la física. Nuestra inteligencia, a partir de casos particulares deduce leyes universales, lo que supone una ayuda poderosa en el proceso conceptualizador.
Los artificios matemáticos como axiomas y teoremas se obtienen también de esta manera. Mediante los conceptos sistematizamos experiencias que brotan de la interacción con nuestro entorno. Los elementos nacidos de la actividad intelectual son constantemente archivados en la memoria.
La función cerebral actúa de forma continuada sobre los distintos elementos formados en nuestra mente, creando a su vez nuevos elementos de esta naturaleza. La percepción de este tipo de elementos produce un efecto de continuidad, al igual que las sucesivas imágenes de un film sugieren movimiento continuo, y crea la sensación de reconocimiento de la propia identidad o conciencia. Este proceso psicológico nos lleva a planteamos preguntas como: ¿Quién soy yo? ¿Por qué existo?
Estas ecuaciones muestran que la realidad no se presenta como un ente aislado, único e inmutable, sino múltiple y repleto de matices. La realidad no se puede asimilar a un límite asintótico inalcanzable.
Realityis uncertain as a dream and our sensoriality is the interfacie that allows us to approach the outside world. We breathe the reality seduced by a steamy perfume composed of quarks, electrons and ultramicroscopic vibrating strings.
Everything is and is not, as Buddha said. Sensory receptors transduce signals allow external perceptions. Logically, without the existence of these biological receptors would be inconceivable to talk about reality. We will live in total isolation.
We perceive reality through a set of external stimuli and internal messages. The first comes from our environment, while the latter emanates from our brain. However, these will not exist without the prior presence of sensory inputs. All the signals received build our notion of reality. But can we ensure that these perceptions are not fake ones? Do we perceive the same way everyone what we call red? Does the brain does not manipulate reality in order that life will endure forever?
The information we receive can be classified into two categories: sensory and analytical. Sensory information comes from our sensory experience and comes to us through biological detectors that capture chemical molecules and various types of waves: pressure, thermal and electromagnetic. We also know that there are a number of filters that limit our sensory perception and give us a skewed view of our surroundings.
Our brains and our sensors are responsible for this process. Certain philosophies have described this filtered reality as reality naive. Consider the reality in absolute terms would be nonsense. It is the brain that sets our universe of sensations, emotions and feelings.
The analytical information is grounded in reason and reveals, in part, how is our world. This information is based on the study of objectified properties, net of sciences such as theoretical physics, mathematics or astronomy. The results of these studies involve ensuring that we not live in a fantasy world. The theories developed by our intellects are sometimes in contradiction with common sense and are well thought necessary for scientific experiments that these assumptions can be accepted as true. Consider for example the particle-wave duality of light or the quantum theory of the atom.
Reality can be defined as everything that exists, whether or not perceptible. Sensory perceptions are essential to the knowledge of our environment. The phenomenon of perception of reality, being extremely difficult, nevertheless can be conceptualized in three primary equations that define our interaction with reality.
f (r) = s (1)
f (s) = e (2)
f (s) = c (3)
Where:
f: the function of brain activity
r: element of reality
s: sensory element
e: emotional element
c: conceptual element
These equations are called primary because they can form an almost infinite number of new elements from the three kinds of elements generated by them: feelings, concepts and emotions. The new elements are origined by repeated applications of the function of brain activity previously obtained on the elements. As a result, we can link sequences of olfactory, gustatory, visual, tactile and auditory concepts and emotions. Through such successive elaborate chains of reasoning and feelings.
The first equation indicates that the projection of reality in our mind produces sensory elements such as colors, tastes, smells, tactile sensations or sounds. This is an equation whose independent variable is made up of elements of reality. Brain activity operates with the support of different parts of the brain like the hippocampus, the limbic system or cerebral cortex, among others. The brain networks and a certain chaotic brain activity also facilitate the operation of millions of neurons working in parallel with enormous efficiency.
The second equation shows how, from sensory elements, our brain creates emotional elements. Emotions forge effective ways of acceptance with respect to certain changes in environmental demands. The emotions are always present in our lives, such as fear, surprise, disgust, anger, joy, or sadness. Emotions serve to establish our position with regard to our environment and also act as an arsenal of innate and learned influences.
The third equation shows as sensory elements generate abstract concepts. Such images are obtained by reasoning as logical deductions or the statement of the laws of physics. Our intelligence from individual cases follows universal laws, which is a powerful aid in the conceptualizing process.
The mathematical artifices as axioms and theorems are also obtained in this way. We systematize concepts through experiences that arise from the interaction with our environment. The elements born of intellectual activity are stored in memory.
The brain function continuously acts on the various elements formed in our minds, in turn creating new elements of this nature. The perception of these elements produces an effect of continuity, like the successive images of a film suggest continuous movement, and creates a sense of recognition of one's identity or consciousness. This psychological process leads us to ask questions like: Who am I? Why do I exist?
These equations show that reality is not presented as an isolated entity, unique and unchanging, but multiple and full of nuances. Reality can not be assimilated to an asymptotic limit unreachable.
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¿Es posible conocer la naturaleza íntima de la realidad? Algunos filósofos de la antigüedad fueron los primeros en conjeturar respuestas razonadas a este tipo de preguntas. Actualmente estamos en condiciones de poder aportar un poco más de claridad al viejo debate.
La realidad es incierta como un sueño y nuestra sensorialidad es la interfacie que nos permite aproximarnos al mundo exterior. Respiramos la realidad seducidos por un vaporoso perfume compuesto de quarks, electrones y cuerdas vibrantes ultramicroscópicas. Todo es y no es, como decía Buddha. Los receptores sensoriales posibilitan la transducción de señales externas en percepciones. En buena lógica, sin la existencia de estos receptores biológicos sería inconcebible hablar de realidad. Estaríamos viviendo en un aislamiento absoluto.
Percibimos la realidad mediante una serie de estímulos externos y mensajes internos. Los primeros proceden de nuestro entorno, mientras que los segundos emanan de nuestro cerebro. Sin embargo, estos últimos no existirían sin la previa presencia de inputs sensoriales. El conjunto de las señales recibidas configuran nuestra noción de la realidad. ¿Pero podemos asegurar que estas percepciones no son ficticias? ¿Percibimos de igual manera todas las personas lo que llamamos rojo? ¿Acaso el cerebro no manipula la realidad con la finalidad de que la vida perdure eternamente?
La información que recibimos se puede clasificar en dos categorías: sensorial y analítica. La información sensorial proviene de nuestras experiencias sensitivas y nos llega a través de detectores biológicos que captan moléculas químicas y diversos tipos de ondas: de presión, térmicas y electromagnéticas. Sabemos también que existen una serie de filtros sensoriales que acotan nuestra percepción y nos proporcionan una visión sesgada de nuestro medio circundante.
Nuestro cerebro y nuestros sensores son los responsables de este proceso. Ciertas filosofías han calificado esa realidad tamizada como realidad ingenua. Considerar la realidad en terminos absolutos sería un sinsentido. Es el cerebro el que establece nuestro universo de sensaciones, emociones y sentimientos.
La información analítica está asentada en la razón y revela, en parte, cómo es nuestro mundo. Este tipo de información se basa en el estudio de propiedades objetivables, deducidas de ciencias como la física teórica, las matemáticas o la astronomía. Los resultados de estos trabajos suponen la garantía de que no vivimos en un mundo ficticio. Las teorías elaboradas por nuestro intelecto a veces están en contradicción con el sentido común y son necesarios experimentos científicos bien ideados para que estas hipótesis puedan ser aceptadas como verdaderas. Pensemos por ejemplo en la dualidad corpúsculo-onda de la luz o la teoría cuántica del átomo.
La realidad se puede definir como todo lo que existe, sea o no perceptible. Las percepciones sensoriales son imprescindibles para el conocimiento del nuestro entorno. El fenómeno de la percepción de la realidad, siendo extraordinariamente complejo, sin embargo se puede conceptualizar en tres ecuaciones primarias que definen nuestra interacción con la realidad.
f (r) = s (1)
f (s) = e (2)
f (s) = c (3)
Siendo:
f: función del la actividad cerebral
r: elemento de la realidad
s: elemento sensorial
e: elemento emocional
c: elemento conceptual
A estas ecuaciones las denominamos ecuaciones primarias porque se pueden formar un número casi infinito de nuevos elementos a partir de las tres clases de elementos generados por ellas: sensaciones, conceptos y emociones. Los nuevos elementos se originan por aplicaciones reiteradas de la función de la actividad cerebral sobre los elementos previamente obtenidos. Como consecuencia de ello, podemos enlazar secuencias de sensaciones olfativas, gustativas, visuales, táctiles y auditivas con conceptos y emociones. Mediante este tipo de encadenamientos sucesivos elaboramos razonamientos y sentimientos.
La primera ecuación indica que la proyección de la realidad en nuestra mente produce elementos sensoriales como colores, sabores, olores, sensaciones táctiles o sonidos. Se trata de una ecuación cuya variable independiente está constituida por elementos de la realidad. La actividad cerebral opera con la ayuda de distintas partes del cerebro como el hipocampo, el sistema límbico, o la corteza cerebral, entre otras. Las redes cerebrales y una cierta actividad caótica cerebral facilitan asimismo el funcionamiento de millones de neuronas que trabajan en paralelo con una enorme eficiencia.
La segunda ecuación muestra como, a partir de elementos sensoriales, nuestro cerebro crea elementos emocionales. Las emociones forjan modos eficaces de aceptación frente a ciertos cambios de las demandas ambientales. Las emociones están siempre presentes en nuestras vidas, como el miedo, la sorpresa, la aversión, la ira, la alegría, o la tristeza. Las emociones sirven para establecer nuestra posición con respecto a nuestro entorno y actúan también como arsenal de influencias innatas y aprendidas.
La tercera ecuación contempla como los elementos sensoriales generan conceptos abstractos. Este tipo imágenes se obtienen por razonamiento, como las deducciones lógicas o el enunciado de las leyes de la física. Nuestra inteligencia, a partir de casos particulares deduce leyes universales, lo que supone una ayuda poderosa en el proceso conceptualizador.
Los artificios matemáticos como axiomas y teoremas se obtienen también de esta manera. Mediante los conceptos sistematizamos experiencias que brotan de la interacción con nuestro entorno. Los elementos nacidos de la actividad intelectual son constantemente archivados en la memoria.
La función cerebral actúa de forma continuada sobre los distintos elementos formados en nuestra mente, creando a su vez nuevos elementos de esta naturaleza. La percepción de este tipo de elementos produce un efecto de continuidad, al igual que las sucesivas imágenes de un film sugieren movimiento continuo, y crea la sensación de reconocimiento de la propia identidad o conciencia. Este proceso psicológico nos lleva a planteamos preguntas como: ¿Quién soy yo? ¿Por qué existo?
Estas ecuaciones muestran que la realidad no se presenta como un ente aislado, único e inmutable, sino múltiple y repleto de matices. La realidad no se puede asimilar a un límite asintótico inalcanzable.
Monday, 11 January 2010
Smelling reality (III): Sensory secrets / Secretos sensoriales
The synchronous activity of each neural network is relayed to the limbic system, power supply as a binder type gelstat. The chaotic operation in biological systems seems grounded in nature fractal structures, self-similar, such as neural networks or the blood circulatory system. The symmetry implies a scale and recurrence patterns inside other patterns. The mathematician Benoît Madelbrot, at 1977, was the first to study the fractality in nature.
We might think that the sensory system is reduced to a mere assembly of biochemicals, but a living system is also a complex web of networks that promote various features. In the brain, the connection between two neurons that are activated simultaneously becomes more intense, while the opposite is true if one is active while the other is disabled.
Massive connectivity is a property that exists in many areas of the cerebral cortex. This mode of action is known as Hopfield model. One of its most important properties of the brain is that it is insensitive to the loss of part of the network. This is the reason of our ability to extract information from incomplete perceptions and recognize properly. This amazing ability of our mind is what is known as associative memory. Other features include the enormous efficiency of the brain as information processor and its great value in its cable network.
Our universe, the mythical library of Borges, is an endless space-time of real and illusory as elements certain concepts and words. Some of them, the polysemic, hold multiple meanings and are responsible for that language has the structure of a type of network called small world, or what is the same, which elements are connected more effectively and more semantic association easy and smooth, says physicist Ricard Solé, an expert in complex systems.
The Hebrew language has vowel consonants, which may take several meanings depending on context and its neighboring letters. This circumstance gives a degree of polysemy than other languages like English or who come from Latin. For this reason in the Hebrew text of the Torah, the first five books of the Bible, inspired by Yahweh to Moses according to Jewish tradition, apparently formed sentences whose presence seems difficult to explain, when testing random jumps letters, unlike similar texts in other languages.
Life uses sensory perception to achieve its purposes: to guide the life of what is good and avoid unwanted dangers. The perception processes elements that are characterized by their valuable informational content. The amount of information to assimilate is proportional to the surprise that we produce. In other words, consumers are unlikely. We sensory impact cause an unexpected blue spicy apple than an ordinary green apple, red or yellow.
The existence of immemorial secrets invites us to reflect . Without mysteries the life might not have evolved as it has done. The brain as a strategic counterpoint to our existential experience has developed the capacity to generate emotions and soothing mystical feelings. Concepts such as God, transcendence and eternity help us overcome the difficulties we face along our future.
Life is the unlikely result of a myriad of physical and chemical phenomena. Humans always seek the ultimate meaning of life. The more we assimilate knowledge, unless we think we know. We eat not only of nutrients but by external stimuli like smell molecules, sound waves, tactile sensations and culture.
Someone defined culture as a hypothesis of existence. As recounted in the Bible, God forbade only one thing to Adam and Eve: eat the apple from the Tree of Knowledge of Good and Evil.The mythical element symbolizes the Garden of Eden for humans the paradigm of irresistible attraction unknown.
The sensory system, the genetic code, consciousness, the laws of the emergency, emotional psychology, filters of reality, the mystique of pleasure, evolution, religious beliefs ... all contribute to preserving life ... but for what purpose? ... Why have to exist? we would argue. Perhaps these questions are meaningless: every fact imaginable or unimaginable happens and any awareness inevitably associated with a "specific I" will end up repeating themselves endlessly.
Some theories say we can only perceive what we can pronounce. Language and biochemical structure of memory are also key elements in shaping our world. Consciousness is a product of neuronal activity, as perhaps so is the concept of time.
Without the subjectivity inherent in living time meaningless. But we can not let go of our metaphysical coordinates. We are unable to imagine a scene so amazing. In some ways the same thing happens to us in the shadows, they are slaves of the light and will never understand that their existence is inextricably linked to her.
"Our brains did not evolve out of curiosity to discover scientific truths, but simply to make us more intelligent and cooperative, in order to survive and perpetuate our species," said Francis Crick, Nobel Prize in medicine in 1962 for discovering the structure of DNA. If time is certainly subjective, then what sense does the concept of eternity? Maybe it's just an empty word in our dictionaries? Questions such as these address concepts and show the untold gödelien impossibilityto to disclose certain kinds of mysteries concerning the life and death.
"There are beauties that are obvious and others are written in hieroglyphics, one takes to decipher its splendor but, when present, is more beautiful than beauty itself." These words, taken from the Swallow's Journal of Amélie Nothomb not require further comment, as you can not know with certainty the multiple sensory nuances associated with fresh blood, perhaps something a little sour and bitter fruits of a wounded, bloody, hot .
*****************************************************************************
La actividad sincrónica de cada red neuronal se retransmite hasta el sistema límbico, como fuente de alimentación de un sistema aglutinante tipo gelstat. El funcionamiento caótico en sistemas biológicos parece sustentarse en estructuras de carácter fractal, autosemejantes, tales como las redes neurológicas o el sistema circulatorio sanguíneo. La simetría dentro de una escala implica recurrencia y pautas en el interior de otras pautas. El matemático Benoît Madelbrot, el año 1977, fue el primero en estudiar la fractalidad en la naturaleza.
Podríamos pensar que el sistema sensorial es reducible a un mero ensamblaje de elementos bioquímicos, sin embargo un sistema vivo es también un entramado de redes complejas que promueven diversas funcionalidades. En el cerebro, la conexión entre dos neuronas que se activan simultáneamente se torna más intensa, mientras que ocurre lo contrario si una de ellas se activa mientras que la otra se desactiva.
La conectividad masiva es una propiedad que se da en muchas zonas de la corteza cerebral. Este modo de actuación es conocido como modelo de Hopfield. Una de sus propiedades más destacadas del cerebro es que es poco sensible a la pérdida de parte de la red. De ahí nuestra habilidad para extraer información de percepciones incompletas y reconocerlas adecuadamente. Esta sorprendente capacidad de nuestra mente es lo que se conoce como memoria asociativa. Otras características destacadas son la enorme eficiencia del cerebro como procesador de información y su gran optimización en su red de cableado.
Nuestro universo, la mítica biblioteca borgeana, es un interminable espacio-tiempo de elementos reales e ilusorios como ciertos conceptos y palabras. Algunas de ellas, las polisémicas, ostentan varios significados y son las responsables de que el lenguaje posea la estructura de un tipo de red llamada mundo pequeño, o lo que es lo mismo, que sus elementos estén más eficazmente conectados y la asociación semántica sea más fácil y fluida, según explica el físico Ricard Solé, experto en sistemas complejos.
El lenguaje hebreo posee consonantes vocálicas, susceptibles de adoptar varios significados dependiendo del contexto y de sus letras vecinas. Esta circunstancia le proporciona un grado de polisemia superior a otros idiomas como el inglés o los que provienen del latín. Por esta razón en el texto hebreo de la Torá, los cinco primeros libros de la Biblia, inspirados a Moisés por Yahvé según la tradición judía, se forman aparentemente frases cuya presencia parece difícil de explicar, cuando se experimenta con saltos aleatorios de letras, a diferencia de textos similares en otros idiomas.
La vida se sirve de la percepción sensorial para lograr sus propósitos: orientar la vida a lo que le conviene y evitar peligros indeseados. La percepción sensorial procesa elementos que se caracterizan por su valioso contenido informacional. La cantidad de información que asimilamos es proporcional al efecto sorpresivo que nos produce. Dicho en otras palabras: somos consumidores de improbabilidad. Nos causa más impacto sensorial una inesperada manzana picante de color azul que una vulgar manzana verde, roja o amarilla.
La existencia de secretos inmemoriales nos invita a reflexionar. Sin misterios la vida posiblemente no habría evolucionado como lo ha hecho. El cerebro, como contrapunto estratégico a nuestra experiencia existencial, ha desarrollado la capacidad balsámica de generar emociones y sentimientos místicos. Conceptos como Dios, trascendencia o eternidad nos ayudan a superar las dificultades que se nos presentan a lo largo de nuestro devenir.
La vida es el resultado improbable de un sinfín de fenómenos físicos y químicos. Los humanos siempre buscamos el sentido último de la vida. Cuantos más conocimientos asimilamos, menos nos parece que sabemos. Nos alimentamos no sólo de nutrientes, sino de estímulos externos como moléculas olfativas, ondas sonoras, sensaciones táctiles y también de cultura.
Alguien definió la cultura como una hipótesis de existencia. Como se narra en la Biblia, Dios únicamente prohibió una cosa a Adán y Eva: comer de las manzanas del Árbol de la Sabiduría del Bien y del Mal. El mítico elemento del Jardín del Edén simboliza para los humanos el paradigma de la irresistible atracción por lo desconocido.
El sistema sensorial, el código genético, la conciencia, las leyes de la emergencia, la psicología emocional, los filtros de la realidad, la mística del placer, la evolución, las creencias religiosas,… todo ello contribuye a preservar la vida…pero ¿con qué finalidad? … ¿por qué tengo qué existir precisamente yo?, podríamos argumentar. Quizás estas preguntas carecen de sentido: todo hecho imaginable o inimaginable sucederá ineludiblemente y cualquier conciencia asociada a un “yo específico” acabará repitiéndose infinitas veces.
Algunas teorías aseguran que sólo podemos percibir lo que somos capaces de pronunciar. El lenguaje y la estructura bioquímica de la memoria son también elementos fundamentales en la configuración de nuestro mundo. La conciencia es un producto de la actividad neuronal, como quizás también lo es el concepto de tiempo.
Sin la subjetividad inherente a los seres vivos el tiempo carecería de sentido. Pero nosotros no podemos desprendernos de nuestras coordenadas metafísicas. No somos capaces de imaginarnos un escenario tan asombroso. En cierto modo nos sucede lo mismo que a las sombras, que son esclavas de la luz y jamás podrán comprender que su existencia está inexorablemente ligada a ella.
“Nuestros cerebros no evolucionaron por la curiosidad de descubrir verdades científicas, sino simplemente para hacernos más inteligentes y cooperativos, a fin de poder sobrevivir y perpetuar nuestra especie”, afirmó Francis Crick, Premio Nobel de medicina en 1962 por el descubrimiento de la estructura del ADN. Si el tiempo es ciertamente subjetivo, ¿qué sentido tiene entonces el concepto de eternidad? ¿Quizás es sólo una palabra hueca en nuestros diccionarios? Preguntas como éstas abordan conceptos indecibles y muestran la imposibilidad gödeliana de desvelar cierta clase de misterios relativos a la vida y a la muerte.
“Hay bellezas que saltan a la vista y otras que están escritas en jeroglíficos: uno tarda en descifrar su esplendor pero, cuando aparece, es más hermosa que la misma belleza”. Estas palabras, extraídas del Diario de Golondrina de Amélie Nothomb no precisan más comentarios, al igual que no es posible conocer con certeza los múltiples matices sensoriales asociados a la sangre dulce, algo ácida y quizás un poco amarga de unos frutos heridos, sangrientos y cálidos.
We might think that the sensory system is reduced to a mere assembly of biochemicals, but a living system is also a complex web of networks that promote various features. In the brain, the connection between two neurons that are activated simultaneously becomes more intense, while the opposite is true if one is active while the other is disabled.
Massive connectivity is a property that exists in many areas of the cerebral cortex. This mode of action is known as Hopfield model. One of its most important properties of the brain is that it is insensitive to the loss of part of the network. This is the reason of our ability to extract information from incomplete perceptions and recognize properly. This amazing ability of our mind is what is known as associative memory. Other features include the enormous efficiency of the brain as information processor and its great value in its cable network.
Our universe, the mythical library of Borges, is an endless space-time of real and illusory as elements certain concepts and words. Some of them, the polysemic, hold multiple meanings and are responsible for that language has the structure of a type of network called small world, or what is the same, which elements are connected more effectively and more semantic association easy and smooth, says physicist Ricard Solé, an expert in complex systems.
The Hebrew language has vowel consonants, which may take several meanings depending on context and its neighboring letters. This circumstance gives a degree of polysemy than other languages like English or who come from Latin. For this reason in the Hebrew text of the Torah, the first five books of the Bible, inspired by Yahweh to Moses according to Jewish tradition, apparently formed sentences whose presence seems difficult to explain, when testing random jumps letters, unlike similar texts in other languages.
Life uses sensory perception to achieve its purposes: to guide the life of what is good and avoid unwanted dangers. The perception processes elements that are characterized by their valuable informational content. The amount of information to assimilate is proportional to the surprise that we produce. In other words, consumers are unlikely. We sensory impact cause an unexpected blue spicy apple than an ordinary green apple, red or yellow.
The existence of immemorial secrets invites us to reflect . Without mysteries the life might not have evolved as it has done. The brain as a strategic counterpoint to our existential experience has developed the capacity to generate emotions and soothing mystical feelings. Concepts such as God, transcendence and eternity help us overcome the difficulties we face along our future.
Life is the unlikely result of a myriad of physical and chemical phenomena. Humans always seek the ultimate meaning of life. The more we assimilate knowledge, unless we think we know. We eat not only of nutrients but by external stimuli like smell molecules, sound waves, tactile sensations and culture.
Someone defined culture as a hypothesis of existence. As recounted in the Bible, God forbade only one thing to Adam and Eve: eat the apple from the Tree of Knowledge of Good and Evil.The mythical element symbolizes the Garden of Eden for humans the paradigm of irresistible attraction unknown.
The sensory system, the genetic code, consciousness, the laws of the emergency, emotional psychology, filters of reality, the mystique of pleasure, evolution, religious beliefs ... all contribute to preserving life ... but for what purpose? ... Why have to exist? we would argue. Perhaps these questions are meaningless: every fact imaginable or unimaginable happens and any awareness inevitably associated with a "specific I" will end up repeating themselves endlessly.
Some theories say we can only perceive what we can pronounce. Language and biochemical structure of memory are also key elements in shaping our world. Consciousness is a product of neuronal activity, as perhaps so is the concept of time.
Without the subjectivity inherent in living time meaningless. But we can not let go of our metaphysical coordinates. We are unable to imagine a scene so amazing. In some ways the same thing happens to us in the shadows, they are slaves of the light and will never understand that their existence is inextricably linked to her.
"Our brains did not evolve out of curiosity to discover scientific truths, but simply to make us more intelligent and cooperative, in order to survive and perpetuate our species," said Francis Crick, Nobel Prize in medicine in 1962 for discovering the structure of DNA. If time is certainly subjective, then what sense does the concept of eternity? Maybe it's just an empty word in our dictionaries? Questions such as these address concepts and show the untold gödelien impossibilityto to disclose certain kinds of mysteries concerning the life and death.
"There are beauties that are obvious and others are written in hieroglyphics, one takes to decipher its splendor but, when present, is more beautiful than beauty itself." These words, taken from the Swallow's Journal of Amélie Nothomb not require further comment, as you can not know with certainty the multiple sensory nuances associated with fresh blood, perhaps something a little sour and bitter fruits of a wounded, bloody, hot .
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La actividad sincrónica de cada red neuronal se retransmite hasta el sistema límbico, como fuente de alimentación de un sistema aglutinante tipo gelstat. El funcionamiento caótico en sistemas biológicos parece sustentarse en estructuras de carácter fractal, autosemejantes, tales como las redes neurológicas o el sistema circulatorio sanguíneo. La simetría dentro de una escala implica recurrencia y pautas en el interior de otras pautas. El matemático Benoît Madelbrot, el año 1977, fue el primero en estudiar la fractalidad en la naturaleza.
Podríamos pensar que el sistema sensorial es reducible a un mero ensamblaje de elementos bioquímicos, sin embargo un sistema vivo es también un entramado de redes complejas que promueven diversas funcionalidades. En el cerebro, la conexión entre dos neuronas que se activan simultáneamente se torna más intensa, mientras que ocurre lo contrario si una de ellas se activa mientras que la otra se desactiva.
La conectividad masiva es una propiedad que se da en muchas zonas de la corteza cerebral. Este modo de actuación es conocido como modelo de Hopfield. Una de sus propiedades más destacadas del cerebro es que es poco sensible a la pérdida de parte de la red. De ahí nuestra habilidad para extraer información de percepciones incompletas y reconocerlas adecuadamente. Esta sorprendente capacidad de nuestra mente es lo que se conoce como memoria asociativa. Otras características destacadas son la enorme eficiencia del cerebro como procesador de información y su gran optimización en su red de cableado.
Nuestro universo, la mítica biblioteca borgeana, es un interminable espacio-tiempo de elementos reales e ilusorios como ciertos conceptos y palabras. Algunas de ellas, las polisémicas, ostentan varios significados y son las responsables de que el lenguaje posea la estructura de un tipo de red llamada mundo pequeño, o lo que es lo mismo, que sus elementos estén más eficazmente conectados y la asociación semántica sea más fácil y fluida, según explica el físico Ricard Solé, experto en sistemas complejos.
El lenguaje hebreo posee consonantes vocálicas, susceptibles de adoptar varios significados dependiendo del contexto y de sus letras vecinas. Esta circunstancia le proporciona un grado de polisemia superior a otros idiomas como el inglés o los que provienen del latín. Por esta razón en el texto hebreo de la Torá, los cinco primeros libros de la Biblia, inspirados a Moisés por Yahvé según la tradición judía, se forman aparentemente frases cuya presencia parece difícil de explicar, cuando se experimenta con saltos aleatorios de letras, a diferencia de textos similares en otros idiomas.
La vida se sirve de la percepción sensorial para lograr sus propósitos: orientar la vida a lo que le conviene y evitar peligros indeseados. La percepción sensorial procesa elementos que se caracterizan por su valioso contenido informacional. La cantidad de información que asimilamos es proporcional al efecto sorpresivo que nos produce. Dicho en otras palabras: somos consumidores de improbabilidad. Nos causa más impacto sensorial una inesperada manzana picante de color azul que una vulgar manzana verde, roja o amarilla.
La existencia de secretos inmemoriales nos invita a reflexionar. Sin misterios la vida posiblemente no habría evolucionado como lo ha hecho. El cerebro, como contrapunto estratégico a nuestra experiencia existencial, ha desarrollado la capacidad balsámica de generar emociones y sentimientos místicos. Conceptos como Dios, trascendencia o eternidad nos ayudan a superar las dificultades que se nos presentan a lo largo de nuestro devenir.
La vida es el resultado improbable de un sinfín de fenómenos físicos y químicos. Los humanos siempre buscamos el sentido último de la vida. Cuantos más conocimientos asimilamos, menos nos parece que sabemos. Nos alimentamos no sólo de nutrientes, sino de estímulos externos como moléculas olfativas, ondas sonoras, sensaciones táctiles y también de cultura.
Alguien definió la cultura como una hipótesis de existencia. Como se narra en la Biblia, Dios únicamente prohibió una cosa a Adán y Eva: comer de las manzanas del Árbol de la Sabiduría del Bien y del Mal. El mítico elemento del Jardín del Edén simboliza para los humanos el paradigma de la irresistible atracción por lo desconocido.
El sistema sensorial, el código genético, la conciencia, las leyes de la emergencia, la psicología emocional, los filtros de la realidad, la mística del placer, la evolución, las creencias religiosas,… todo ello contribuye a preservar la vida…pero ¿con qué finalidad? … ¿por qué tengo qué existir precisamente yo?, podríamos argumentar. Quizás estas preguntas carecen de sentido: todo hecho imaginable o inimaginable sucederá ineludiblemente y cualquier conciencia asociada a un “yo específico” acabará repitiéndose infinitas veces.
Algunas teorías aseguran que sólo podemos percibir lo que somos capaces de pronunciar. El lenguaje y la estructura bioquímica de la memoria son también elementos fundamentales en la configuración de nuestro mundo. La conciencia es un producto de la actividad neuronal, como quizás también lo es el concepto de tiempo.
Sin la subjetividad inherente a los seres vivos el tiempo carecería de sentido. Pero nosotros no podemos desprendernos de nuestras coordenadas metafísicas. No somos capaces de imaginarnos un escenario tan asombroso. En cierto modo nos sucede lo mismo que a las sombras, que son esclavas de la luz y jamás podrán comprender que su existencia está inexorablemente ligada a ella.
“Nuestros cerebros no evolucionaron por la curiosidad de descubrir verdades científicas, sino simplemente para hacernos más inteligentes y cooperativos, a fin de poder sobrevivir y perpetuar nuestra especie”, afirmó Francis Crick, Premio Nobel de medicina en 1962 por el descubrimiento de la estructura del ADN. Si el tiempo es ciertamente subjetivo, ¿qué sentido tiene entonces el concepto de eternidad? ¿Quizás es sólo una palabra hueca en nuestros diccionarios? Preguntas como éstas abordan conceptos indecibles y muestran la imposibilidad gödeliana de desvelar cierta clase de misterios relativos a la vida y a la muerte.
“Hay bellezas que saltan a la vista y otras que están escritas en jeroglíficos: uno tarda en descifrar su esplendor pero, cuando aparece, es más hermosa que la misma belleza”. Estas palabras, extraídas del Diario de Golondrina de Amélie Nothomb no precisan más comentarios, al igual que no es posible conocer con certeza los múltiples matices sensoriales asociados a la sangre dulce, algo ácida y quizás un poco amarga de unos frutos heridos, sangrientos y cálidos.
Friday, 8 January 2010
Smelling reality (II): Brain networks / Redes cerebrales
"The wheels still rolling in combinatorial sleep, burning fire circles, as would Heraclitus the Dark."
Salvador Dalí, Marquis of Dalí
Figueres, November 1985
"I bought some cherries and eat them on the road, spitting out the bones like stray bullets. The warm and bloody body of the fruit made me feels elated. "With these words, the protagonist of Swallow's Journal, the novel by Amélie Nothom explains his rebirth into the world of perceptions, after a dark period of transient sensory death. Our sensory system is responsible to contact the outside world. Thus, olfactory receptors process information through volatile molecules.
Similarly, the flavoring taste receptors detect stimuli, while other types of receptors capture sound signals, visual or tactile. The brain software computes the information from the senses. Some molecules, both as sapid odorants are activators of our sensory system. When we say, for example, that the molecule of vanillin smells of vanilla, we are actually dealing with linguistic artifice. Indeed, odorant molecules per se would be odor-free interaction of our sensory system.
Our senses filter Kantian inaccessible reality, while managing only a small part of the information received. The formation of perceptual objects is the result of a highly complex process. A lengthy evolutionary process made it possible for the brain's neurons are organized to achieve optimal performance. This long development, governed by a bottom-up evolution, from the bottom up, without guide neurons to direct the construction of brain structure, is what is known as emergent process.
This class of systems, consisting of several levels of overlay networks that control multiple threads, have a captivating magic. Additionally, the presence of a chaotic brain activity allows perfect operation of millions of neurons in a parallel processing and fully synchronous. Like with the smell, taste receptors recognize molecules that activate in this case tastes sour, salty, sweet, bitter and umami.
Learning to interpret changes in the outside world, understand the semiotics of sensory perception, enhancing emotional intelligence, is a skilled human resource that we use to ensure our survival. Brain neurons, like other systems such as ant colonies or groups of microorganisms, are organized in emerging arrangements.
In complex systems there is an invariance of all despite the changes of its constituents. The brain's nerve cells are connected by sequences of axons and dendrites. A flash of brain activity triggers the brain circuits with a flurry of activity. By the synapses neurons communicate with each other forming networks like cobwebs.
There are thousands of successive connections to facilitate the transmission of messages. Each neuron can receive contacts from one hundred thousand different neurons. Brain cells exchange information in a continuous feedback process. However, this activity is equipped with rest periods that govern its proper functioning.
After each transmission neurons enter a refractory period, remaining idle for a few seconds, immune to external stimuli. Along with other clever mechanisms the brain uses fatigue to shorten the reverb circuit, controlling the feeding frenzy of the brain.
The brain works in parallel and therefore there is a nerve center that controls everything. This strategy allows you to adjust the multiple functions of a living being. Aware of the exceptional qualities of the brain, Alan Turing, one of the creators of computer logic, came to consider the possibility of designing computer systems based on the functioning of our vital organs.
Brain plasticity also plays a role in brain organization. This feature allows redesign, if necessary, different brain circuits for maximum efficiency, such as the replacement of neurons dañadas.La chaotic activity can be considered as a compromise between the strictly deterministic and random.
The almost metaphysical nature of the concept of chaos to Salvador Dalí greatly fascinated by chairing an extraordinary scientific summit held under the majestic dome of the Museum of Figueras the fall of 1985. Among those attending was present René Thom, creator of the theory of catastrophes and Ilya Prigogine, Nobel Prize in Chemistry 1977 for his studies of thermodynamics of nonequilibrium. In the discussions that ensued, the boundary between human and divine, was discussed with passion the intrinsic nature of determinism and chance.
A chaotic dynamical system in nature can be described by several variables. In an evolving system, where the time goes to infinity, its trajectory only occupies a subspace of all possible states, called the attractor or sink. The brain transforms sensory messages into conscious perceptions almost instantly. These processes are highly significant because they are loaded with information. A chaotic activity, which is involved billion neurons, is essential to computing as fast. In studies of brain activity through electroencephalograms seen the basic characteristics of a chaotic system.
Furthermore, computer models representing various components of the brain system and the medulla, cortex, and the connections between them, indicate that the differential equations representing neural activity fit perfectly to the presence of a typical dynamic chaotic system.
The controlled chaos of brain activity is not a product of chance, but is a key factor that gives our brain unique qualities with respect to any other artificial intelligence system. The brain plans and actions with sensory feedback from of them. This recursive strategy of sensory inputs and perceptual synthesis allows living things interact in cyberspace according to plan, which deprives them of the dangers and about what is best for them.
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“Las ruedas combinatorias continuaban rodando en el Sueño, como círculos de Fuego Ardiente, tal y como quería Heráclito el Oscuro”.
Salvador Dalí, Marqués de Dalí de Púbol
Figueres, Noviembre de 1985
“Me compré unas cerezas y las comí por el camino, escupiendo los huesos como balas perdidas. El cuerpo cálido y sangriento de los frutos me hizo sentir exultante.” Con estas palabras, el protagonista de Diario de Golondrina, la novela de Amélie Nothom, explica su renacimiento al mundo de las percepciones, tras una sombría etapa de muerte sensorial transitoria. Nuestro sistema sensorial es el responsable de ponernos en contacto con el mundo exterior. Así, los receptores olfativos procesan información por medio de moléculas volátiles.
De manera análoga, los receptores gustativos detectan estímulos sápidos, mientras que otros tipos de receptores captan señales sonoras, visuales o táctiles. El software cerebral computa la información procedente de los sentidos. Algunas moléculas, tanto las odorantes como las sápidas, son activadores de nuestro sistema sensorial. Cuando afirmamos, por ejemplo, que la molécula de vainillina huele a vainilla, estamos manejando en realidad un artificio lingüístico. De hecho, las moléculas odorantes per se serían inodoras sin la interacción de nuestro sistema sensorial.
Nuestros sentidos filtran la inaccesible realidad kantiana, mientras gestionan sólo una pequeña parte de la información recibida. La formación de los objetos perceptuales es el resultado de un proceso de alta complejidad. Un dilatado proceso evolutivo hizo posible que las neuronas cerebrales se organizaran para conseguir un óptimo rendimiento. Este largo desarrollo, gobernado por una evolución bottom-up, de abajo hacia arriba, sin neuronas guía que dirigieran la construcción de la estructura cerebral, es lo que se conoce como proceso emergente.
Esta clase de sistemas, formados por varios niveles de redes superpuestas que controlan múltiples subprocesos, poseen una magia cautivadora. Adicionalmente, la presencia de una actividad caótica cerebral permite el perfecto funcionamiento de millones de neuronas en un procesado en paralelo y completamente sincrónico.
Al igual que sucede con el olfato, los receptores del gusto reconocen moléculas que activan en este caso los gustos ácido, salado, dulce, amargo y umami.
Aprender a interpretar los cambios del mundo exterior, comprender la semiótica de la percepción sensorial, potenciando la inteligencia emocional, es un hábil recurso que los humanos utilizamos para asegurar nuestra supervivencia. Las neuronas cerebrales, al igual que otros sistemas como colonias de hormigas o grupos de microorganismos, se organizan en disposiciones emergentes.
En los sistemas complejos existe una invariancia del todo pese a los cambios de sus constituyentes. Las células nerviosas del cerebro están interconectadas por secuencias de axones y dendritas. Un destello de actividad cerebral dispara los circuitos cerebrales con una actividad frenética. Mediante las sinapsis las neuronas se comunican unas con otras formando redes como telarañas.
Se producen miles de conexiones sucesivas que facilitan la transmisión de mensajes. Cada neurona puede recibir contactos de hasta cien mil neuronas distintas. Las células cerebrales intercambian información en un proceso de retroalimentación continua. Sin embargo esta actividad está dotada de periodos de pausa que regulan su correcto funcionamiento.
Después de cada transmisión las neuronas entran en un periodo refractario, permaneciendo sin actividad durante unos segundos, inmunes a los estímulos externos. Junto a otros ingeniosos mecanismos, el cerebro recurre a la fatiga para acortar el circuito de reverberación, controlando el frenesí de la alimentación cerebral.
El cerebro trabaja en paralelo y por lo tanto no existe un centro neurálgico que lo controle todo. Esta estrategia le permite regular las múltiples funciones de un ser vivo. Consciente de las cualidades excepcionales del cerebro, Alan Turing, uno de los creadores de lógica computacional, llegó a plantearse la posibilidad de diseñar sistemas informáticos basados en el funcionamiento de nuestro órgano vital.
La plasticidad cerebral también desempeña un papel decisivo en la organización cerebral. Esta característica permite rediseñar, si es necesario, los distintos circuitos del cerebro para lograr una máxima eficiencia, como por ejemplo la sustitución de neuronas dañadas.La actividad caótica se puede considerar como un punto intermedio entre lo estrictamente determinístico y lo aleatorio.
El carácter casi metafísico del concepto de caos fascinó sobremanera a Salvador Dalí cuando presidió una extraordinaria cumbre científica, celebrada bajo la majestuosa cúpula de su Museo de Figueras el otoño de 1985. Entre los asistentes estuvo presente René Thom, creador de la teoría de las catástrofes y también Ilya Prigogine, Premio Nobel de Química de 1977 por sus estudios de la termodinámica del no equilibrio. En los debates que se suscitaron, al límite entre lo humano y lo divino, se analizó con pasión la naturaleza intrínseca del determinismo y el azar.
Un sistema dinámico de naturaleza caótica puede ser descrito por diversas variables. En un sistema en evolución, cuando el tiempo tiende a infinito, su trayectoria sólo ocupará un subespacio de todos los estados posibles, denominado atractor o sumidero. El cerebro transforma los mensajes sensoriales en percepciones conscientes casi instantáneamente. Estos procesos son altamente significativos porque están repletos de información. Una actividad caótica, en la que están involucradas millones de neuronas, es esencial para una computación tan veloz. En estudios efectuados de la actividad cerebral mediante electroencefalogramas se observan las características básicas de un sistema caótico.
Además, modelos informáticos representando varios componentes del sistema cerebral como el bulbo, el córtex y las conexiones entre ellos, señalan que las ecuaciones diferenciales que representan la actividad neuronal se ajustan perfectamente a la presencia de un sistema caótico dinámico típico.
El caos controlado de la actividad cerebral no es un producto del azar, sino que constituye un factor clave que proporciona a nuestro cerebro unas cualidades únicas con respecto a cualquier otro sistema de inteligencia artificial.
El cerebro planifica sus acciones y se retroalimenta con estímulos sensoriales derivados de ellas. Esta estrategia recursiva de inputs sensoriales y de síntesis perceptuales permite a los seres vivos interaccionar de acuerdo con su plan cibernético, el cual los aleja de los peligros y los acerca a lo que más les conviene.
Salvador Dalí, Marquis of Dalí
Figueres, November 1985
"I bought some cherries and eat them on the road, spitting out the bones like stray bullets. The warm and bloody body of the fruit made me feels elated. "With these words, the protagonist of Swallow's Journal, the novel by Amélie Nothom explains his rebirth into the world of perceptions, after a dark period of transient sensory death. Our sensory system is responsible to contact the outside world. Thus, olfactory receptors process information through volatile molecules.
Similarly, the flavoring taste receptors detect stimuli, while other types of receptors capture sound signals, visual or tactile. The brain software computes the information from the senses. Some molecules, both as sapid odorants are activators of our sensory system. When we say, for example, that the molecule of vanillin smells of vanilla, we are actually dealing with linguistic artifice. Indeed, odorant molecules per se would be odor-free interaction of our sensory system.
Our senses filter Kantian inaccessible reality, while managing only a small part of the information received. The formation of perceptual objects is the result of a highly complex process. A lengthy evolutionary process made it possible for the brain's neurons are organized to achieve optimal performance. This long development, governed by a bottom-up evolution, from the bottom up, without guide neurons to direct the construction of brain structure, is what is known as emergent process.
This class of systems, consisting of several levels of overlay networks that control multiple threads, have a captivating magic. Additionally, the presence of a chaotic brain activity allows perfect operation of millions of neurons in a parallel processing and fully synchronous. Like with the smell, taste receptors recognize molecules that activate in this case tastes sour, salty, sweet, bitter and umami.
Learning to interpret changes in the outside world, understand the semiotics of sensory perception, enhancing emotional intelligence, is a skilled human resource that we use to ensure our survival. Brain neurons, like other systems such as ant colonies or groups of microorganisms, are organized in emerging arrangements.
In complex systems there is an invariance of all despite the changes of its constituents. The brain's nerve cells are connected by sequences of axons and dendrites. A flash of brain activity triggers the brain circuits with a flurry of activity. By the synapses neurons communicate with each other forming networks like cobwebs.
There are thousands of successive connections to facilitate the transmission of messages. Each neuron can receive contacts from one hundred thousand different neurons. Brain cells exchange information in a continuous feedback process. However, this activity is equipped with rest periods that govern its proper functioning.
After each transmission neurons enter a refractory period, remaining idle for a few seconds, immune to external stimuli. Along with other clever mechanisms the brain uses fatigue to shorten the reverb circuit, controlling the feeding frenzy of the brain.
The brain works in parallel and therefore there is a nerve center that controls everything. This strategy allows you to adjust the multiple functions of a living being. Aware of the exceptional qualities of the brain, Alan Turing, one of the creators of computer logic, came to consider the possibility of designing computer systems based on the functioning of our vital organs.
Brain plasticity also plays a role in brain organization. This feature allows redesign, if necessary, different brain circuits for maximum efficiency, such as the replacement of neurons dañadas.La chaotic activity can be considered as a compromise between the strictly deterministic and random.
The almost metaphysical nature of the concept of chaos to Salvador Dalí greatly fascinated by chairing an extraordinary scientific summit held under the majestic dome of the Museum of Figueras the fall of 1985. Among those attending was present René Thom, creator of the theory of catastrophes and Ilya Prigogine, Nobel Prize in Chemistry 1977 for his studies of thermodynamics of nonequilibrium. In the discussions that ensued, the boundary between human and divine, was discussed with passion the intrinsic nature of determinism and chance.
A chaotic dynamical system in nature can be described by several variables. In an evolving system, where the time goes to infinity, its trajectory only occupies a subspace of all possible states, called the attractor or sink. The brain transforms sensory messages into conscious perceptions almost instantly. These processes are highly significant because they are loaded with information. A chaotic activity, which is involved billion neurons, is essential to computing as fast. In studies of brain activity through electroencephalograms seen the basic characteristics of a chaotic system.
Furthermore, computer models representing various components of the brain system and the medulla, cortex, and the connections between them, indicate that the differential equations representing neural activity fit perfectly to the presence of a typical dynamic chaotic system.
The controlled chaos of brain activity is not a product of chance, but is a key factor that gives our brain unique qualities with respect to any other artificial intelligence system. The brain plans and actions with sensory feedback from of them. This recursive strategy of sensory inputs and perceptual synthesis allows living things interact in cyberspace according to plan, which deprives them of the dangers and about what is best for them.
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“Las ruedas combinatorias continuaban rodando en el Sueño, como círculos de Fuego Ardiente, tal y como quería Heráclito el Oscuro”.
Salvador Dalí, Marqués de Dalí de Púbol
Figueres, Noviembre de 1985
“Me compré unas cerezas y las comí por el camino, escupiendo los huesos como balas perdidas. El cuerpo cálido y sangriento de los frutos me hizo sentir exultante.” Con estas palabras, el protagonista de Diario de Golondrina, la novela de Amélie Nothom, explica su renacimiento al mundo de las percepciones, tras una sombría etapa de muerte sensorial transitoria. Nuestro sistema sensorial es el responsable de ponernos en contacto con el mundo exterior. Así, los receptores olfativos procesan información por medio de moléculas volátiles.
De manera análoga, los receptores gustativos detectan estímulos sápidos, mientras que otros tipos de receptores captan señales sonoras, visuales o táctiles. El software cerebral computa la información procedente de los sentidos. Algunas moléculas, tanto las odorantes como las sápidas, son activadores de nuestro sistema sensorial. Cuando afirmamos, por ejemplo, que la molécula de vainillina huele a vainilla, estamos manejando en realidad un artificio lingüístico. De hecho, las moléculas odorantes per se serían inodoras sin la interacción de nuestro sistema sensorial.
Nuestros sentidos filtran la inaccesible realidad kantiana, mientras gestionan sólo una pequeña parte de la información recibida. La formación de los objetos perceptuales es el resultado de un proceso de alta complejidad. Un dilatado proceso evolutivo hizo posible que las neuronas cerebrales se organizaran para conseguir un óptimo rendimiento. Este largo desarrollo, gobernado por una evolución bottom-up, de abajo hacia arriba, sin neuronas guía que dirigieran la construcción de la estructura cerebral, es lo que se conoce como proceso emergente.
Esta clase de sistemas, formados por varios niveles de redes superpuestas que controlan múltiples subprocesos, poseen una magia cautivadora. Adicionalmente, la presencia de una actividad caótica cerebral permite el perfecto funcionamiento de millones de neuronas en un procesado en paralelo y completamente sincrónico.
Al igual que sucede con el olfato, los receptores del gusto reconocen moléculas que activan en este caso los gustos ácido, salado, dulce, amargo y umami.
Aprender a interpretar los cambios del mundo exterior, comprender la semiótica de la percepción sensorial, potenciando la inteligencia emocional, es un hábil recurso que los humanos utilizamos para asegurar nuestra supervivencia. Las neuronas cerebrales, al igual que otros sistemas como colonias de hormigas o grupos de microorganismos, se organizan en disposiciones emergentes.
En los sistemas complejos existe una invariancia del todo pese a los cambios de sus constituyentes. Las células nerviosas del cerebro están interconectadas por secuencias de axones y dendritas. Un destello de actividad cerebral dispara los circuitos cerebrales con una actividad frenética. Mediante las sinapsis las neuronas se comunican unas con otras formando redes como telarañas.
Se producen miles de conexiones sucesivas que facilitan la transmisión de mensajes. Cada neurona puede recibir contactos de hasta cien mil neuronas distintas. Las células cerebrales intercambian información en un proceso de retroalimentación continua. Sin embargo esta actividad está dotada de periodos de pausa que regulan su correcto funcionamiento.
Después de cada transmisión las neuronas entran en un periodo refractario, permaneciendo sin actividad durante unos segundos, inmunes a los estímulos externos. Junto a otros ingeniosos mecanismos, el cerebro recurre a la fatiga para acortar el circuito de reverberación, controlando el frenesí de la alimentación cerebral.
El cerebro trabaja en paralelo y por lo tanto no existe un centro neurálgico que lo controle todo. Esta estrategia le permite regular las múltiples funciones de un ser vivo. Consciente de las cualidades excepcionales del cerebro, Alan Turing, uno de los creadores de lógica computacional, llegó a plantearse la posibilidad de diseñar sistemas informáticos basados en el funcionamiento de nuestro órgano vital.
La plasticidad cerebral también desempeña un papel decisivo en la organización cerebral. Esta característica permite rediseñar, si es necesario, los distintos circuitos del cerebro para lograr una máxima eficiencia, como por ejemplo la sustitución de neuronas dañadas.La actividad caótica se puede considerar como un punto intermedio entre lo estrictamente determinístico y lo aleatorio.
El carácter casi metafísico del concepto de caos fascinó sobremanera a Salvador Dalí cuando presidió una extraordinaria cumbre científica, celebrada bajo la majestuosa cúpula de su Museo de Figueras el otoño de 1985. Entre los asistentes estuvo presente René Thom, creador de la teoría de las catástrofes y también Ilya Prigogine, Premio Nobel de Química de 1977 por sus estudios de la termodinámica del no equilibrio. En los debates que se suscitaron, al límite entre lo humano y lo divino, se analizó con pasión la naturaleza intrínseca del determinismo y el azar.
Un sistema dinámico de naturaleza caótica puede ser descrito por diversas variables. En un sistema en evolución, cuando el tiempo tiende a infinito, su trayectoria sólo ocupará un subespacio de todos los estados posibles, denominado atractor o sumidero. El cerebro transforma los mensajes sensoriales en percepciones conscientes casi instantáneamente. Estos procesos son altamente significativos porque están repletos de información. Una actividad caótica, en la que están involucradas millones de neuronas, es esencial para una computación tan veloz. En estudios efectuados de la actividad cerebral mediante electroencefalogramas se observan las características básicas de un sistema caótico.
Además, modelos informáticos representando varios componentes del sistema cerebral como el bulbo, el córtex y las conexiones entre ellos, señalan que las ecuaciones diferenciales que representan la actividad neuronal se ajustan perfectamente a la presencia de un sistema caótico dinámico típico.
El caos controlado de la actividad cerebral no es un producto del azar, sino que constituye un factor clave que proporciona a nuestro cerebro unas cualidades únicas con respecto a cualquier otro sistema de inteligencia artificial.
El cerebro planifica sus acciones y se retroalimenta con estímulos sensoriales derivados de ellas. Esta estrategia recursiva de inputs sensoriales y de síntesis perceptuales permite a los seres vivos interaccionar de acuerdo con su plan cibernético, el cual los aleja de los peligros y los acerca a lo que más les conviene.
Wednesday, 6 January 2010
Smelling reality (I) Biochemistry of smell / Bioquímica del olfato
The English biochemist John E. Amoore, manifested in the late sixties that odorant molecules were recognized by the olfactory receptors like a lock recognizes a key. Recent discoveries in this field have helped to solve this problem: the human being has three hundred and fifty functional receptors, but specificity between odorant and receptor is not as high as initially thought. Thus, an odorant can activate different types of olfactory receptors, and instead each type of receptor is activated by different molecules.
Suppose you are in a garden in spring. There are hundreds of thousands of odorant molecules that float in the air. Odorant molecules exhibit different sizes and shapes. Some of the volatile molecules are trapped in a sea viscous mucus olfactory extracellular fluid aqueous nature. Due to the nature of this fluid is not all molecules will be able to dissolve or diffuse into it. Molecules capable of moving in this environment are those that have a certain polarity and can be solubilized in the liquid.
The molecules are interacting with different types of receptors, until they find one that is activated, like a key opens a lock. The receptors have a very peculiar: these proteins are about seven cylinders next to each other to cross the cell membrane. Each of these seven cylinders comprises an amino acid sequence, forming a helical structure. We could count to three hundred and fifty different models of locks.
The receptors are embedded in the cell membrane. As a consequence, they induce certain changes in a G-protein. The protein, found in the intracellular domain of the olfactory neuron, recognizes that the receptor has changed, resulting in a series of chain reactions that send electrical impulses to the olfactory bulb glomeruli.
Molecular biologists Richard Axel and Linda Buck of Columbia University in New York published in 1991 in the journal Cell a paper on the nature of the olfactory receptors for which they were awarded the Nobel Prize for Medicine 2004. In this study cloned and characterized 18 different members of a family of genes encoding a group of proteins capable of acting as olfactory receptors.
It was also shown that an olfactory receptor can recognize several different odorant molecules, and that an odorant molecule can, in turn, be recognized by multiple receptors. The findings obtained showed that the olfactory system works so that different olfactory receptors work through a combinatorial code.
With only 26 letters of the alphabet we are able to communicate with thousands of words a different meaning. Similarly, with a limited number of receptors can perceive thousands of different odors. The different olfactory receptors behave like the letters of an alphabet, as we have seen. In our case it is an alphabet of some 350 letters. Each word in the brain represents a unique olfactory sensation. This mechanism gives an idea of the enormous power of the model described discriminatory.
It has been observed the inhibitory effect of certain molecules to compete with others for a particular junction. In pharmacology it is frequently the phenomenon of antagonism when a perfume or flavoring made a new product is very difficult sometimes to predict the sensory result minor changes in formulation. The marked inhibitory effects may be responsible, in many cases, the alterations.
Within the olfactory bulb, electric thousands of messages from neurons in the olfactory epithelium converge at points of assembly or spherical collectors called glomeruli. Each glomerulus contains information of a specific range of odorants that share similar molecular characteristics. Glomeruli with similar molecular ranges are located near each other, forming clusters or groupings in cluster form.
The three-dimensional distribution of glomeruli in the olfactory bulb is not random, but reflects a molecular logic that allows reading patterns of families of odorant substances by the olfactory software. This three-dimensional arrangement is a key factor for the brain to process this information. The electrical impulses from the same type of receptor clustering and will travel together by a neural highways called axons.
Through synaptic connections between mitral neurons information travels to the olfactory cortex.There is handled by special computer software, made up of many neural networks that convey valuable information. In the cerebral cortex, hippocampus and other brain regions are exchanged millions of "bits" of information in milliseconds.
The inputs from each glomerulus diverge to multiple areas of the olfactory cortex, which allows parallel processing of the signals are combined or modulated in different ways before being sent to different brain regions with different functions. In this example, the final result of the sense of smell is a pleasant smell of flowers.
The olfactory perceptions are not due exclusively to chemical stimuli of odorant molecules but are the sum total of sensory perception. In this perception also converge stimuli from other senses such as vision, touch, taste and trigeminal nerves. In the future we have a map olfactory that can compare with the sensory maps of odors that have been proposed by different authors.
NOTE: In the photo, Linda Buck and Francesc Montejo in the 17 th Congress of European Chemoreception Reaserch Organitation, celebrated in Granada ( Spain) in 2006.
In the illustration, odorant molecules of diferent shapes activating olfactory receptors.
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El bioquímico inglésJohn E Amoore manifestaba a finales de los años sesenta que las moléculas odorantes eran reconocidas por los receptores olfativos igual que una cerradura reconoce a una llave. Los recientes descubrimientos en este campo han permitido resolver este problema: el ser humano tiene unos trescientos cincuenta receptores funcionales, pero la especificidad entre odorante y receptor no es tan elevada como inicialmente se pensaba. De esta forma, un odorante es capaz de activar distintos tipos de receptores olfativos, y por el contrario cada tipo de receptor es activado por distintas moléculas.
Imaginemos que estamos en un jardín en primavera. Hay cientos de miles de moléculas odorantes que flotan en el aire. Las moléculas odorantes exhiben distintos tamaños y formas. Algunas de las moléculas volátiles quedan atrapadas en un mar viscoso, el moco olfativo, un fluido extracelular de naturaleza acuosa. Debido a las características de este fluido no todas las moléculas serán capaces de disolverse o difundirse en el mismo. Las moléculas capaces de moverse en este medio son las que disfrutan de cierta polaridad y pueden solubilizarse en el líquido.
Las moléculas van interaccionando con los distintos tipos de receptores, hasta que encuentran alguno que se activa, al igual que una llave abre una cerradura. Los receptores tienen una forma muy peculiar: estas proteínas son como siete cilindros uno al lado del otro que atraviesan la membrana celular. Cada uno de estos siete cilindros está constituido por una secuencia de aminoácidos, formando una estructura helicoidal. Podríamos contar hasta unos trescientos cincuenta modelos de cerraduras distintas.
Los receptores están enclavados en la membrana celular. Como consecuencia se inducen ciertos cambios en una proteína G. Dicha proteína, que se encuentra en el dominio intracelular de la neurona olfativa, reconoce que el receptor ha cambiado de forma, lo cual ocasiona una serie de reacciones en cadena que envían impulsos eléctricos a los glomérulos del bulbo olfativo.
Los biólogos moleculares Richard Axel y Linda Buck de la universidad de Columbia de Nueva York publicaron en 1991 en la revista Cell un artículo sobre la naturaleza de los receptores olfativos por el que se les concedió el Premio Nobel de Medicina 2004. En este trabajo clonaron y caracterizaron 18 distintos miembros de una familia de genes que codificaban un grupo de proteínas capaces de actuar como receptores olfativos.
Se demostró también que un receptor olfativo puede reconocer varias moléculas odorantes distintas y que una molécula odorante puede, a su vez, ser reconocida por varios receptores. Las conclusiones obtenidas mostraban que el sistema olfativo actúa de manera que los distintos receptores olfativos funcionan por medio de un código combinatorio.
Con sólo 26 letras del alfabeto somos capaces de comunicar miles de palabras con un significado diferente. De forma parecida, con un limitado número de receptores podemos percibir miles de olores diferentes. Los diferentes receptores olfativos se comportan como las letras de un alfabeto, como hemos visto. En nuestro caso se trata de un alfabeto de unas 350 letras. Cada palabra en el cerebro representará una sensación olfativa única. Este mecanismo nos da idea de la enorme potencia discriminatoria del modelo descrito.
Se ha observado el efecto inhibidor de ciertas moléculas al competir con otras por un determinado punto de unión. En farmacología es frecuente el fenómeno del antagonismo Cuando un perfumista o un aromista formula un nuevo producto es muy difícil, a veces, prever el resultado sensorial de introducir pequeños cambios en la formulación. Los efectos inhibidores señalados pueden ser los responsables, en muchas ocasiones, de tales alteraciones.
En el interior del bulbo olfativo, miles de mensajes eléctricos procedentes de las neuronas del epitelio olfativo convergen en puntos de reunión o colectores esféricos llamados glomérulos. Cada glomérulo recoge la información de un rango concreto de odorantes que comparten características moleculares similares. Glomérulos con rangos moleculares parecidos están localizados unos cerca de otros, formando clusters o agrupaciones en forma de racimo.
La distribución tridimensional de los glomérulos en el bulbo olfativo no es aleatoria, sino que obedece a una lógica molecular que permite la lectura de patrones de familias de sustancias odorantes por parte del software olfativo. Esta disposición tridimensional es un factor clave para que el cerebro pueda procesar esta información. Los impulsos eléctricos procedentes de un mismo tipo de receptor se van agrupando y viajan juntos por unas autopistas neuronales llamadas axones.
A través de conexiones sinápticas entre las neuronas mitrales la información viaja al córtex olfativo. Allí es procesada por un computador extraordinario que utiliza el software más increíble que podamos imaginar, formado por numerosas redes neuronales que transmiten información valiosa. En el córtex cerebral, el hipocampo y otras partes del cerebro, se intercambian millones de “bits” de información en milésimas de segundo.
Los inputs procedentes de cada glomérulo divergen hacia múltiples áreas del córtex olfativo, lo cual permite un procesado en paralelo de las señales que son combinadas o moduladas de diferentes formas antes de ser enviadas a distintas regiones cerebrales con funciones diversas. En este ejemplo, el resultado de final de la percepción olfativa es un agradable olor a flores.
Las percepciones olfativas no obedecen exclusivamente a los estímulos químicos de las moléculas odorantes sino que son la suma global de una percepción sensorial. En dicha percepción también confluyen estímulos procedentes de otros sentidos como la visión, el tacto, el gusto y de los nervios trigéminos. En un futuro podremos disponer de un mapa olfativo que se podrá comparar con los mapas sensoriales de olores que han propuesto distintos autores.
NOTA: En la foto, Linda Buck y Francesc Montejo en el 17 Congreso de la Sociedad Europea de Quimiorecepción, celebrado en Granada, el año 2006.
En la ilustración, moléculas odorantes de distintas formas activando receptores olfativos.
NOTA: En la foto, Linda Buck y Francesc Montejo en el 17 Congreso de la Sociedad Europea de Quimiorecepción, celebrado en Granada, el año 2006.
En la ilustración, moléculas odorantes de distintas formas activando receptores olfativos.
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