Next Sunday will be played on football match Barcelona-Real Madrid. For the first time you see the game live in commercial cinemas. Maybe we're not so far from that the magical holographies were a reality. In December 1987 I published "Magical holographies" in the magazine "La gota," which with good accuracy, its director Carlos Diaz labelled as irregular and of questionable content. Now, two decades after the holograms are again light.
While this was my long stay in the damp dungeon, an innocent game of chance preserved me from madness. Real football extrapolated to another mathematician, reproducing the characteristics and emotions of the first. The rough floor of the cell was the frame where I drew the chalk lines and circles the field. Dice, coins and a pocket watch were part of the ritual. I built fancy artificial paradises, that offering me the dice. I created an iterative method to predict the outcome of games. I immersed myself in a virtual world in my desperate fight against paranoia.
Over time I realized that focuses on implementing a tight game produces an unprecedented intellectual enjoyment, which is probably due to the magical projection of the game of life, maximal, infinite and intransgressible. To create some run games is like playing God. When I regained my freedom I could go back to the spectacle of the great games in stadiums packed with passionate fans. Apparently nothing had changed, except for one small detail. Now football was holographic. During my years of isolation from the world the genius of the ball were disappearing and being left empty stadiums. But one day someone reinvented the old football.
Using a sophisticated laser technique and complex software it was generated holograms of humans on the rectangle of play. Nobody would be able to distinguish a real player in a virtual. It is possible to reproduce the appearance of reality to the absolute limits. However, nothing is as it seems: the stadium, spectators, grass, and the goals are real, the players and the referee are virtual. But does it matter? "Can provide significant differences between the nature of light that bounces off the electronic shields the atoms in the grass and the light generated by a laser beam shows a holographic player?
With holographic football is feasible, for example, watch one team play Pele, Cruiff, Kubala and Reixach. It is as if we could manipulate space and time at will.
There are held occasionally reprints of famous games. Recently It was organized a rematch of the final of the 1966 World Cup between Germany and England. Fans attending the football extravaganza as the Romans were in ancient times to the circus. In these extraordinary events are bet large sums of money and the games are broadcast live by major television networks worldwide. The reconstruction of a historic game with the excitement of ignoring the result resembles the paradox of quantum theory: Schrödinger's cat is alive and dead at once.
Although the initial conditions of a game are the same, the game's development is determined by the luck. Before starting a match all results are possible. Random and unpredictable events such as a ball crashing into a pole or lightly touches the same and strain into the rival goal relentlessly weave the fate of each meeting. The amateur cravings savor with delight that gives the chance and live emotionally every play, even knowing that they are all unreal, as unreal is the game of life.
El próximo domingo se jugará el partido de fútbol Barcelona- Real Madrid. Por primera vez se podrá ver el partido en directo y en alta definición en salas de cine comerciales. Quizás no estamos tan lejos de que las holografías mágicas sean una realidad. En Diciembre de 1987 publiqué “Holografías mágicas” en la revista “La gota”. Carlos Díaz, su director, con buen acierto la calificaba de "revista no periódica y de contenido dudoso". Ahora dos décadas después las holografías vuelven a ser luz.
Mientras duró mi larga estancia en aquella húmeda mazmorra, un inocente juego de azar me preservó de la locura. Extrapolé el fútbol real a otro matemático que reproducía las características y emociones del primero.
El áspero suelo de la celda era el marco donde dibujé con tiza las líneas y círculos del terreno de juego. Un par de dados, unas monedas y un reloj de bolsillo eran los complementos del ritual. Construí paraísos artificiales con el capricho que me ofrecían de los dados. Inventé un método iterativo para predecir los resultados de los partidos. Me sumergí en un mundo virtual en mi desesperada lucha contra la paranoia.
Con el paso del tiempo comprendí que dedicarse a ejecutar un juego hermético produce un goce intelectual inaudito, debido a que es probablemente la proyección mágica del juego de la vida, máximal, infinito e intransgredible. Crear juegos y ejecutarlos es como jugar a ser dioses.
Cuando recuperé mi libertad pude regresar al espectáculo de los grandes partidos en estadios abarrotados de vehementes aficionados. Aparentemente nada había cambiado, excepto en un pequeño detalle. Ahora el fútbol era holográfico. Durante mis años de aislamiento del mundo los genios del balón fueron desapareciendo y los estadios se fueron quedando vacíos. Pero un buen día alguien reinventó el viejo balompié.
Mediante una sofisticada técnica de rayos láser y un software complejo se generan holografías de seres humanos sobre el rectángulo de juego. Nadie sería capaz de distinguir un jugador real de otro virtual. Es posible reproducir la apariencia de la realidad hasta límites insospechados. Sin embargo, nada es lo que parece: el estadio, los espectadores, el césped y las porterias son reales; los jugadores y el árbitro son virtuales. Pero, ¿acaso eso importa?¿podemos establecer diferencias significativas entre la naturaleza de la luz que rebota en los escudos electrónicos de los átomos del césped y la luz generada por un rayo láser que nos muestra un jugador holográfico?
Con el fútbol hologáfico es factible, por ejemplo, ver jugar en un mismo equipo a Pelé, Cruiff, Kubala y Reixach. Es como si pudiésemos manipular el espacio y el tiempo a nuestro antojo.
Se celebran en ocasiones reediciones de partidos célebres. Recientemente se organizó la revancha de la final de la Copa del Mundo de 1966 entre Alemania e Inglaterra. Los aficionados acuden al grandioso espectáculo del fútbol como los romanos iban en la antigüedad al circo. En estos eventos extraordinarios se apuestan grandes sumas de dinero y los partidos son retransmitidos en directo por las más importantes cadenas de televisión de todo el planeta. La reconstrucción de un partido histórico con la emoción de desconocer el resultado se asemeja a la paradoja de la mecánica cuántica del gato de Schrödinger que está vivo y muerto a la vez. Aunque las condiciones iniciales de un partido sean las mismas, el desarrollo del juego viene determinado por la diosa fortuna. Antes de empezar un encuentro todos los resultados son posibles. Hechos tan aleatorios e imprevisibles como que un balón se estrelle en un poste o toque ligeramente el mismo y se cuele en la portería rival tejen inexorablemente el devenir de cada encuentro. El aficionado saborea con deleite los antojos que le brinda el azar y vive emocionadamente cada jugada, aún sabiendo que todas son irreales, como irreal es el juego de la vida.
No comments:
Post a Comment