Thursday, 18 March 2010

Bitter ashes(XI)/ Cenizas amargas ( Lena V.Verona)

Days later I received a call from Céline Lamour. She was very excited. I said something I had read in a French magazine. Apparently some Jewish scholars had concluded that Abraham and Moses were Egyptians. The work indicated that the Hebrews were actually residents of Akhet-Aton, a city of ancient Egypt site of the first monotheistic pharaoh Akhenaton (Amenophis IV), married to Nefertiti.



The thesis of the study was that the biblical account is consistent with the chronological order of events in the life of Pharaoh. Céline remembered that I had told him that when he wrote the Bible, the Jews of that time were well aware of Egyptian culture and probably were aware of certain techniques used to hide messages in a literary text.


Céline thought that the study could corroborate my hypothesis. He promised to send me this information by mail. We talked a long time exchanging views. "On the other hand, the original Hebrew was a language very close to the Egyptian language, which was full of symbolic and hieroglyphic conducive such literary style" I explained and went on with my reasoning: "The Bible also contains some models ELS's that could have been included as verifiers of the integrity or authenticity of the text.


This integrity is assured through the oral transmission of certain esoteric doctrine that passed from generation to generation and which probably included some arithmetic instructions (Kabbalah) to verify the authenticity of the book of Moses. A small change in the text would be easily detected. For example, the inclusion or elimination of one break point entirely ELS'sy system so the student of the holy book would detect the adulteration of the original text


It seemed that the arguments were well targeted for my efforts. On the other hand in the spring of 1999, the journal Statistical Science published, as I had anticipated your editor personally Leon Gleser, the rebuttal of the controversial article of the three Israeli mathematicians. This will definitely wanted to settle the matter. The time could not erase my delusional obsession with the bible code. This was something more than a mystery: it was a challenge.


I wondered if there was indeed a code, magical algorithm that in some respects similar to the mythical Aleph trivial described by Jorge Luis Borges, able to see everything at once, to predict the future, or to trace the past.


The inability to understand the structure of the universe and explain it in words free from any restriction of language itself, does nothing to prevent the accuracy of cognitive exercise. My commitment was to reach a distant star, an unfulfilled dream, reclining in amber clouds of misunderstanding. It was the winding road that leads to the quest for the Holy Grail of the cross of Christ.


After wandering through barren lava fields and participating in endless processions fluorescent hooded beings realized that what I was looking for was hiding in another dimension. As he tracks unheard messages, hidden between the lines of biblical crossword puzzles, I realized that the solution lay elsewhere. It was like watching those pictures that looked at him, trying to cross his eyes, you are wonderful objects in three dimensions.


I realized that what really matters in life is life itself, but we live the dream itself, as proclaimed Gnowel, that fictional literary dream of youth.The transcendence of life really is savor every moment, as the interesting thing is to get a goal but not consistently maintain the illusion of achieving it: believe in hope, this is the secret. Intuit the divine, enjoy the magic of other realities, floating in clouds of gold full of poetry that will leave a sweet taste in your mouth sweet as honey and cotton candy, dreams, memories anesthetized evanescent glow of our misfortunes are some of the things that really give meaning to life.


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Días más tarde recibí una llamada de Céline Lamour. Estaba muy excitada. Me explicó algo que había leído en una revista francesa. Al parecer unos investigadores judíos habían llegado a la conclusión que Abraham y Moisés eran egipcios. El trabajo indicaba que los hebreos eran, en realidad, los pobladores de Akhet-Aton, ciudad del antiguo Egipto sede del primer faraón monoteísta Akenatón (Amenophis IV), desposado con Nefertiti.




La tesis del estudio era que el relato bíblico concuerda con el orden cronológico de los acontecimientos de la vida del faraón. Céline recordaba que yo le había comentado que cuando se redacto la Biblia, los hebreos de aquel tiempo conocían bien la cultura egipcia y probablemente estaban al corriente de ciertas técnicas utilizadas para ocultar mensajes en un texto literario.



Céline pensaba que dicho estudio podía corroborar mis hipótesis. Me prometió que me enviaría esta información por correo. Estuvimos hablando largo tiempo intercambiando puntos de vista. “Por otro lado, el hebreo primitivo era un idioma muy cercano al idioma egipcio, el cual estaba repleto de elementos simbólicos y jeroglíficos que propiciaban este tipo de estilo literario” le expliqué y seguí con mi razonamiento: “La Biblia también contiene ciertos modelos de ELS´s que podrían haberse incluido como verificadores de la integridad o autenticidad del texto.



Esta integridad se aseguraba mediante la transmisión oral de cierta doctrina esotérica que pasaba de generación en generación y en la que probablemente se incluían ciertas instrucciones aritméticas (Cábala) para comprobar la autenticidad del libro de Moisés. Un pequeño cambio en el texto se detectaría fácilmente. Por ejemplo, la inclusión o eliminación de una sola letra rompería totalmente el sistema de ELS´s y por lo tanto el estudioso del libro sagrado detectaría la adulteración del texto primitivo.

Todo parecía indicar que las tesis apuntadas por mi estaban bien encaminadas. Por otro lado en la primavera del año 1999 la revista Statistical Science publicaba, como me había anticipado personalmente su editor León Gleser, la refutación del controvertido articulo de los tres matemáticos israelitas. Con ello se quería zanjar definitivamente el asunto. El tiempo no pudo borrar mi delirante obsesión por el código de la Biblia. Éste encerraba algo más que un misterio: era un reto.



Me preguntaba si existía en verdad el código, ese algoritmo mágico semejante en ciertos aspectos triviales al mítico Aleph descrito por Jorge Luis Borges, capaz de ver todo a la vez, de predecir el futuro, o de rastrear el pasado.



La incapacidad para comprender la estructura del universo y explicarla con palabras libres de cualquier restricción propia del lenguaje, no hace otra cosa que impedir la exactitud del ejercicio cognoscitivo. Mi empeño era alcanzar una estrella lejana, un sueño incumplido, reclinado en nubes ambarinas de incomprensión. Era el camino tortuoso que nos lleva a la búsqueda del Santo Grial de los cruzados de Cristo.



Tras un árido deambular a través de mares de lava y de participar en procesiones inacabables seres con capuchas fluorescentes comprendí que lo que estaba buscando se escondía en otra dimensión. Mientras seguía pistas de mensajes inauditos, escondidos entre las líneas de los crucigramas bíblicos, percibí que la solución estaba en otra parte. Era como observar esos cuadros que mirados fijamente, procurando cruzar la mirada, te muestran objetos maravillosos en tres dimensiones.

Comprendí que lo realmente importante de la vida no es la vida misma, sino soñar que se vive la misma, como proclamaba Gnowel, aquel personaje de ficción de mis sueños literarios de juventud.

Lo realmente trascendente de la vida es saborear cada instante, como lo interesante de un objetivo no es conseguirlo sino mantener constantemente la ilusión de alcanzarlo: creer en la esperanza, éste es el secreto. Intuir lo divino, deleitarse con la magia de otras realidades, flotar en nubes de oro cargadas de poesía que te dejan un sabor dulce en lo dulce en la boca, como de miel y algodón de azúcar, sueños evanescentes que anestesian el recuerdo incandescente de nuestras desdichas, son algunas de las cosas que realmente dan sentido a la vida.

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